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Siempre escucho en los medios de comunicación la constante queja que cuando se convocan marchas para demostrar descontento ante las actuales políticas del partido en el gobierno, casi nadie va, de hecho en las redes sociales se escuchan los lamentos y el constante ¿Hagamos algo? Y nunca hacen nada.
En contraste con ello, hace unas semanas ante la captura del empresario Regalado, el presentador conocido como Gordo Max y otros implicados con el caso de trata de menores y por el pago de servicios sexuales a niñas, un grupo de organizaciones de mujeres, activistas independientes y personas que simplemente estaban indignadas ante este hecho y sobre todo el actuar de la institucionalidad, tomamos la decisión de ir a manifestarnos frente al Centro Judicial donde se llevaría la audiencia.
Entre consignas y sol recibimos a los agresores, muchos medios de comunicación se hicieron presentes para dar cobertura al caso y comenzaron las justificaciones en redes acusando a las víctimas y un giro perverso también se generó, que consistió en criticar a la cineasta Marcela Zamora quien llegó de manera independiente junto a su hija y padre Rubén Zamora.
Ola de críticas, desde mala madre hasta que ella estaba al nivel de las redes de trata que estaban siendo procesadas en el recinto judicial.
No me gusta entrar en discusiones estériles y menos con personas que defienden la pederastia, tampoco con cuentas anónimas y/o trolles que no tienen la capacidad de firmar con rostro y nombre sus afirmaciones, con cobardes no me gusta discutir.
Por ello aprovecho este espacio y trasmito la reflexión al que le llegue.
Desde que tengo uso de razón siempre mis padres me enseñaron a manifestarme cuando no estaba de acuerdo con algo y no me enseñaron diciendo sino haciendo, la calle para mí no es desconocida, ni el sol, ni las consignas, ni la lluvia o los ejercicios de intimidación de los buses que desesperados por pasar cuando te has tomado una calle, te acercan las parrillas, te aceleran y pitan “la vieja” y los morteros número cinco no me sacan gritos despavoridos de terror.
Eso lo aprendí en la calle junto a mi familia, por ello para mí fue agradable ver llegar al Dr. Zamora un reconocido líder de nuestro país, histórico, que vivió exilio y que puso el pecho para oponerse al gobierno, criticarlo y militar abiertamente en la oposición, cuando en este país era condena de muerte hacer cualquiera de esas acciones –hoy cualquiera critica y se va a su casa a dormir tranquilo, sabe que no lo llegarán a sacar frente a su familia por la noche, ni lo darán por desaparecido- el Dr. Zamora llegó con su hija Marcela una cineasta graduada de la Escuela de Cine de la Habana Cuba, laureada por sus trabajos como “María en tierra de nadie” entre otros documentales donde demuestra su talento, una mujer a la que respeto mucho, que tiene un alto sentido crítico, con la sazón que suelen tener los artistas y con quien cuando tenemos la oportunidad nos tomamos un cafecito y arreglamos este país en tres horas de conversación, pero no llegaron solo padre e hija, Marcela llevó a su pequeña hija a esa actividad, la sentó en medio de las feministas y lideresas de este movimiento que tiene años de estar luchando contra el machismo salvadoreño, la niña nos escuchó cómo nos coordinamos, quiénes hablarían, que consignas se gritarían, quienes leerían comunicados, vio a su madre moverse, dar declaraciones y también escuchó a su abuelo dando una mini conferencia de prensa y sentando postura que acompañaba la indignación social por la pederastia y la trata de menores –es algo lógico tiene una hija y una nieta, cualquier hombre con sentido común saldría a manifestarse como él lo hizo- llamando a que más personas nos manifestáramos entre otras cosas.
Por eso al leer las criticas que hicieron tanto hombres como mujeres, hablando hasta de una edad mínima para salir a las calles, me dio una tremenda risa y la certeza que el movimiento de derecha que quiere salir a las calles seguirá siendo un grupúsculo, que le tiene miedo a la calle, que no le han enseñado a sus hijos lo que sus padres no les enseñaron a ellos, que los derechos se defiende y que si cierran los espacios las calles son las trincheras donde hay que luchar… pero sea por Dios, es bueno que sigan contratando salones en los hoteles donde sientan sus posiciones, al fin y al cabo ese dinero que pagan ahí ayuda a reactivar la economía.
Marcela te felicito por llevar a tu hija y enseñarle haciendo y no diciendo, yo me eduqué así mismo -y sigo la tradición con mis propios hijos e hijas-, la conciencia social no se adquiere a partir una edad mínima, se aprende viendo a tus padres ser consecuentes, sé que no les has puesto mente a esas cuentas que siempre dicen hagamos algo y no hacen nada y que se dedican a criticar solamente tras un Smartphone y que en estos días se escandalizaron al ver a una madre que le enseña a su hija que salir a la calle a defender derechos o por indignación es lo correcto, que los cambios no se logran gritándoles a los políticos desde las redes sociales, ni frente a los televisores mientras se rascan la panza y dicen “aquí todos son iguales y nadie hace nada”
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