Hace unos meses, cuando “lo que está pasando en Guate” se refería a manifestaciones, constantes y masivas, de ciudadanos en redes sociales, plazas y calles, que retaban al poder, hartos de la corrupción de la clase política, muchos nos cuestionamos por qué en nuestro país no había mayor despertar ciudadano.
Estuve en Guatemala y Honduras en las últimas semanas y, a pesar de que no pude participar en las manifestaciones multitudinarias que exigen un cese a la corrupción, sentí la efervescencia de ciudadanos que están hartos de las mañas de sus élites políticas y que ya no están dispuestos a solo quejarse en voz baja.
En ambos países, tuve una profunda envidia de su compromiso cívico, de su sentido de responsabilidad, de su valor de exigir transparencia a la clase política. Pensé que su ejemplo iba a ser el detonante para que, nosotros también, despertáramos y nos uniéramos a lo que bien podría ser una primavera centroamericana. Pero ante este silencio real (indignación, de la virtual, tenemos), debemos mirarnos como nación y preguntarnos, ¿qué estamos esperando para salir a las calles y expresar pacíficamente el descontento ciudadano?
Como ya le queda poco a la actual legislatura, los diputados que se despiden de sus curules se están dedicando a aprobar instrumentos legales útiles para el país: así, el decreto no. 952 fue aprobado por 44 diputados el pasado 11 de marzo. No será tan famoso como el 743, pero no por eso lo olvidaremos. Su objetivo es noble: es una declaración de asueto para celebrar el Día de la Paz, la Vida y la Justicia, extendiendo una invitación a una marcha nacional "a todos los sectores de la sociedad salvadoreña para una toma de conciencia en cuanto a que, a través de la unidad de dichos sectores, se puede contribuir a promover y facilitar el diálogo y la concertación alrededor de las políticas públicas relacionadas con la justicia, seguridad ciudadana y convivencia, procurando el logro y suscripción de acuerdos nacionales sostenibles".
Quien me lea en redes sociales, sabrá que el tema de la causa palestina es uno al que soy particularmente sensible, sobre todo desde un reciente viaje a Cisjordania (sin aspiraciones de mensajera de paz y que no fue pagado con fondos públicos, les aseguro) que me permitió conocer de primera mano la realidad diaria de los palestinos. Por lo mismo, hoy que ya ha cesado el ruido de las bombas y se ha calmado la propaganda, y tras varios intentos de escribir que fueron interrumpidos por fugaces treguas, cese al fuego rápidamente violados, he decidido caer voluntariamente en una digresión a lo que prometí escribir en este espacio, y compartir un poco de perspectiva a la luz del contexto.
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Hay libros que desgarran con cada letra. Así pasa con las crónicas de “Los migrantes que no importan” de Óscar Martínez. Hay escenas que quiebran, como ser humano con dignidad, como mujer. Eso te hace el documental “María en tierra de nadie” de Marcela Zamora. Hay imágenes que duelen, que te echan en cara mundos que queremos ignorar. De eso está compuesta la compilación de fotos “En el camino: los migrantes que no importan”, de Edu Ponces, Toni Arnau y Eduardo Soteras. Todos reflejan una realidad omnipresente o acechante o inminente para muchos salvadoreños: la migración a Estados Unidos. O el camino hacia el sueño de una vida (¿más?) digna.
Este es un problema que existe desde hace mucho y que conocemos desde hace mucho, pero del que poco se ha hablado. Hasta hoy. Revistas, cadenas de televisión y periódicos de todo el mundo cubren la migración indocumentada de centroamericanos, fenómeno masivo que radica en la falta de oportunidades, violencia y miseria en la que viven tantos en nuestros países.
La primera buena señal de la inauguración de la jornada de debates #3DSV fue tener la casa llena. La disposición de más de 50 jóvenes a pasar dos horas y media, un viernes por la noche, debatiendo un tema de realidad nacional es alentadora y un claro mensaje sobre la voluntad de generar estos espacios de encuentro y de alimentar el diálogo, sentando a la mesa a gente diversa pero con el mismo objetivo: elevar el nivel de debate de ideas en nuestro país.