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El viernes pasado nos dejó en este mundo el poeta Max Rojas. Murió, como vivió, en la incomodidad de un cuerpo que no le aguantó el paso. Fue poeta, no tuvo ni quiso ninguna otra profesión. Fue un poeta comprometido, si es que queremos poenrle un apellido al oficio, entendiendo el compromiso como una lealtad y congruencia con los ideales propios y no los que le imponía algún partido o ideología.
Tuvimos la oportunidad de conocerlo, porque aun cuando era huraño y reservado, también fue absolutamente generoso con quien se acercaba a él para platicar, para leer, para compartir una cerveza o un cigarro.
Como cualquier artista alejado voluntariamente del reflector y la fama, Max Rojas es ahora más leyenda negra que nunca. Queda, también como siempre, la obra que es una de las más fotocopiadas y pirateadas de la poesía mexicana, lo cual Max portaba con el orgullo de una herida de guerra.
Les dejamos un par de entrevistas hechas, ya en sus últimos años, por dos amigos cercanos. Conozca, pues, a un amigo nuestro que nos ha dejado un poquito más vacíos y con un poquito más de fe en la humanidad.
Conversaciones con Max Rojas, por Iván Cruz Osorio
Max Rojas: el insurgente contra el olvido, por José Alberto Trejo
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