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Por Erika Arroyo @WooWooRancher
El agua corre por el lavabo acompañada de un rumor femenino que parece acercarse y alejarse continuamente conforme se abre y se cierra la puerta. Un lápiz de punta oscura va dejando rastro conforme avanza sobre un párpado, los ojos cafés, ahora con contorno, se asoman entre un fleco espeso que cubre como una cortina la frente y las cejas.
Un zapato negro de piso con la punta levantada oscila debajo de la mesa al ritmo de la rockola, un par de piernas delgadas conviven como gajos de una trenza, envueltas en medias rojas. Atrapando la atención de un único espectador que orgulloso por el resultado de su hazaña musical permanece de pie junto al aparato.
El dorso de una mano varonil recorre con delicadeza una mandíbula femenina hasta llegar a los labios. La mesera hace su pronunciamiento presentando la cuenta de golpe. El cenicero es un cementerio de ansiedad, de la última colilla depositada en él se desprende un humo débil, como el de una fogata que acaba de apagarse. Tres monedas tienden un puente hacia una taza vacía marcada por labial rosado.
Me gusta referirme a ti en diminutivo para hacer tiempo en lo que recuerdo lo que te iba a contar para luego olvidarlo porque en realidad no tendrías por qué enterarte. Mi vida tiene que ser aburridísima y no quiero darte una mala impresión.
Un chasquido de dedos seguido de un sincronizado deslizamiento de pies. La pantalla se va a negros, pero sabemos que detrás de ella hay cuerpos agitándose y siguiéndose entre sí como olas.
Risas frescas combinadas con el choque de algunos vasos de cristal. Dos chicas de peinado abultado y mirada felina se secretean en una esquina. Un muchacho de saco de tweed huele el largo cuello de una rubia. Una bofetada nos devuelve una imagen general del lugar. Los ojos de las chicas parecen escurrirse entre los dedos al ritmo de la música.
La Torre Eiffel se ha encendido como una lámpara de buró. Una enorme huella de luz que deja a la vista lo que la noche ha desaparecido.
Los autos pasan cerca iluminando la alfombra de asfalto. Un andar impreciso por delante y otro siguiendo las líneas de los adoquines. - Te quiero - No me necesites nunca
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