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El paseo por el centro histórico de San Salvador es una experiencia hipnótica: las calles cubiertas como bazares orientales, la infinidad de ventas de todo tipo, las miles de personas aventadas en todas las direcciones posibles, las señoras vestidas como princesas y las princesas vestidas como señoras (vendiendo ajos o jícamas o brasieres o películas a dos coras o clavos por unidades), el sucio humo de los autobuses-chatarra en los que pasan la vida la mayor parte de los salvadoreños... Tan extenuante lucha por la supervivencia tiene lugar en medio de un extraño teatro de suntuosos edificios, la mayor parte en ruinas. Pero a pesar de la desfiguración, las cicatrices dejadas por el tiempo y los terremotos, las manchas de colores chillones y los desmesurados carteles comerciales que se descuelgan de sus paredes, este escenario (insignificante en relación al tremendo drama salvadoreño) esconde formas a las que corresponde un insigne nicho en la clasificación universal del arte. Se trata del art nouveau.[1]
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Muy bonito lo que escribes. me gusta tu blogg
Publicado por: Julio | 05/27/2015 en 07:37 p.m.