La publicidad que apela a "nuestra gente" y pretende mostrar los lugares comunes -y miserables también- de la identidad salvadoreña en realidad es una repetición -a todo color, con bella imagen- de una estructura de opresión y la repetición de jerarquías cotidianas. El salvadoreño cachimbón construye un mito miserable.
Confieso que "El Salvador happy" me gustó mucho. A la segunda vista, sin embargo, se me fue arrugando el corazón, pensando en que se muestran alegremente escenas míseras de la cotidianidad: cuántos trabajadores ambulantes, subempleados, hay en El Salvador y no tienen acceso a los derechos más básicos y trabajan más de 12 horas. La verdad, dan más ganas de llorar que de bailar.
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