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Pieza restaurada con la técnica japonesa del kintsugi, en la que las rupturas son unidas con oro para embellecer y fortalecer.
Hay cosas en la vida que no son negociables, como la lealtad, el respeto, la confianza y la amistad. Hoy me despido de El Faro precisamente por que yo no pongo en cuestión mis éticas, mis lealtades y mis amores.
Este será un texto emotivo porque las despedidas son así, aunque no se quiera. He intentado pensar en mi relación con El Faro sin Élmer Menjívar y me parece imposible. Son indisolubles porque mi relación con El Faro siempre fue, en realidad, mi relación editorial y amistosa con Élmer.
Soy colaboradora de El Faro desde el año 2003. Yo aún era estudiante de periodismo en la UCA y no sabía muy bien qué quería en la vida. Solo sabía que escribía, y mucho. Élmer era mi editor en Apuntes, una revista universitaria. No éramos amigos, de hecho él me caía muy mal por una edición que había hecho en un texto mío sobre un libro de Thomas de Quincey: Del asesinato como una de las bellas artes. Pero me siguió publicando y yo seguí escribiendo para Apuntes. Había una necesidad más grande en medio de esto: escribir, pensar, escribir lo que pensaba. Así que en 2003 me invitó a colaborar con El Ágora, la sección cultural.
Entonces, El Faro era un medio muy joven, auténtico y audaz. Escribían ahí muchos de mis amigos o compañeros de la UCA que yo admiraba, además del genial Carlos Dada, un editor con cierto culto entre los jóvenes periodistas. Yo quise disimular mi emoción por ser invitada a colaborar, no sé si pude. Élmer estaba nervioso, recuerdo que se le cayó la taza de café que tenía entre las manos; y se quebró. De una ruptura, la de una taza, nació esta relación intelectual y amistosa que hemos cultivado, bien dicen que como un jardín, por años.
Las rupturas son así: fortalecen, no destruyen, como en el kintsugi. Ayer, El Faro decidió cerrar plazas, entre ellas la de Élmer, después de ser una pieza importantísima en el funcionamiento del medio tras bastidores. También la de Valeria Guzmán, una de las voces más audaces y certeras que he leído en los últimos años. No conozco las razones. No voy a criticarlas ni cuestionarlas pero me han empujado a tomar esta decisión.
Élmer no es periodista galardonado, Élmer fue editor, director de marca y de proyectos, gracias a su entusiasmo y sobre todo a su compromiso El Faro consiguió muchos proyectos que mejoraron el funcionamiento del medio como empresa y lograron estabilizarlo económicamente para que muchos pudieran tener finalmente un salario fijo. Como sabemos muchos, El Faro era un proyecto en el que se escribía por pasión y aprendizaje, no había salarios de por medio porque no había dinero para ello.
En los últimos años, mucha gente que conozco ha atacado a El Faro en mis redes electrónicas y frente a mí, en pláticas de sobremesa que se ponen cada vez más acaloradas. Yo siempre lo defendí porque he sabido cómo se ha construido por años y se ha consolidado con el esfuerzo de mucha gente por creer en el periodismo y en el país como un lugar digno para vivir. No fui nunca una periodista de El Faro, siempre fui colaboradora. Pero en las sobremesas me decían: "Vos los defendés porque ellos te dan de comer". Yo nunca tuve un salario en El Faro, como la mayoría de sus colaboradores. Uno sabe en quien confiar para entregar su trabajo. En tres ocasiones me pagaron unos artículos y un reportaje. Y lo tengo que decir porque son proyectos que consiguió Élmer y eran para la sección El Ágora, como logró muchas tantas cosas. Yo lo agradecí porque fueron momentos apretados en mi vida económica. En 2008 estudié un máster en Historia en España y renuncié de mi trabajo en La Prensa Gráfica porque quería ser historiadora.
El Faro no me dio de comer pero dio otra cosa. Me dio un espacio de masa crítica que formé con Élmer, las pláticas sobre nuestras preocupaciones sobre la cultura, sobre la literatura, sobre la historia en El Salvador, mis dudas sobre el periodismo, mis cuestionamientos sobre el periodismo narrativo y otros asuntos del oficio. Élmer fue quien me invitó a colaborar con los blogs de El Faro, porque él siempre pensó que mi voz era necesaria ahí. Élmer no estará más en El Faro y para mí no tiene sentido seguir en este medio. No porque no siga respetando el trabajo que los periodistas y los editores han hecho por años, sino porque sé que mi voz ya no tiene con quién dialogar ahí.
Agradezco mucho a quienes leyeron este blog desde enero de 2014 y quienes me acompañaron con la risa o la preocupación en todas las entradas que escribí. Gracias a Landsmoder, mis textos fortalecieron mi relación con El Salvador. Gracias a este blog, pude conocer al artista salvi Víctor Entrepuertas, quien ha traducido algunos de mis textos al inglés y ha logrado que mi pensamiento comulgue y dialogue con una comunidad de salvadoreños de nuestra generación que nacieron en la migración de sus padres en Estados Unidos. Y gracias a este espacio, Alejandro Vélez Salaz publicó mis escritos sobre desaparecidos y migrantes centroamericanos en el blog de Nuestra Aparente Rendición en México. Gracias, de corazón, porque seguí extendiendo mis redes para pensar a El Salvador y Centroamérica desde este espacio de dos orillas, que es el espacio de emigrante legal, de estudiante becada, que no por privilegiado deja de ser doloroso en ocasiones.
Landsmoder significó para mí una forma de seguir en El Salvador. Una forma de presencia ausente en un país ingrato que expulsa a sus hijos de todas las maneras posibles. Era una necesidad de notoriedad para decir que sigo pensando en el espacio en que crecí, en el que vivieron el paisaje y la ciudad mis abuelas, en el que fueron jóvenes y se enamoraron mis papás, en el que fue asesinado mi padre y en el que cree mi hermana. Hay una necesidad de estar en El Salvador que tenemos muchos de los que migramos. Ahí aprendimos a reír, a llorar, a amar y a temer.
Me voy de El Faro pero seguiré escribiendo y pensando. Mucho me ha costado poder conseguir esa "habitación propia", acuñada por Virginia Woolf, a la que recurrimos las mujeres que escribimos. Pero mi habitación propia no era El Faro ni era Landsmoder -que fue inicialmente un libro que publiqué en 2012 en San Salvador-. Mi habitación propia es mi pensamiento.
Hoy es un día significativo para mí. Terminé de mudarme del departamento en el que viví por dos años y dejo Landsmoder, blog que también comenzó hace dos años. Es primavera, y, en verdad, hay rupturas que se convierten en nuevos espacios, preciosos, reparados con oro, como en el kintsugi.
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Gracias a quienes leyeron Landsmoder estos años.
Gracias por tu trabajo y tu amistad, Élmer.
Mi respeto para los periodistas, fotoperiodistas y editores de El Faro.
Nos veremos en la vida.
El año pasado, hice este playlist para decir adiós a San Salvador. Hoy también suena.
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Que mala noticia, tu blog era de los que de verdad disfrutaba. :(
Gracias por escribir.
Publicado por: Krissia Castro | 03/31/2016 en 02:03 p.m.
La buena noticia es que sigues escribiendo. Donde se te va a poder leer?
Cuando leí el titulo del blog pensé en muchas cosas para criticar de mala forma tu decisión, simplemente porque se me hace fácil leerte en El Faro, pero luego leí "hay cosas en la vida que no son negociables" y esa es una de las famosas frases de mi padre, así que ya no diré nada.
Publicado por: liz.ord | 04/01/2016 en 11:45 a.m.