Los dos Izalcos

Hay dos Izalcos, en un plano de lo simbólico y en un plano de lo político. En el Izalco de arriba, el de Dolores, vivían, incluso a inicios del siglo XX, los criollos y los ladinos; en el Izalco de abajo, el de Asunción, los indígenas. Yo también tengo dos Izalcos, el Izalco de la memoria de mi bisabuela y el Izalco que conocí y aprendí cuando trabajé como periodista, de ese Izalco emergió hace muchos años el profesor de la UCA José Manuel González.

Mi bisabuela María Mancía, Abuelita Iya, nació en 1904 y murió el 5 de diciembre de 1992. Murió de un infarto, la enterramos en Izalco, su pueblo.

Hoy 5 de diciembre de 2015, nos enteramos de que nuestro profesor de la UCA José Manuel González fue asesinado. Él también era de Izalco.

La primera vez que lo vi, fue en una procesión de Semana Santa. En esa imaginación primigenia mía, en un imaginario de jovencita universitaria, José Manuel significaba un enlace que me conectaba con el mundo de mi abuelita Iya. Mi abuelita Iya no sabía leer pero conocía todos los milagros de los santos, el Niño de Atocha, Santa Rita, el Señor de la Misericordia. José Manuel sabía leer las perspectivas, conocía el lenguaje de la imagen pero también conocía la tradición y a todas esas ancianas analfabetas que rezan a los santos con devoción, que cosen sus vestidos, que preparan sus altares con papel maché, soles de papel de estaño y nubes de brillantina y algodón. José Manuel conocía la academia pero sabía mirar a los santos desde todas las perspectivas posibles. Una vez me dijo que la Virgen del Tránsito, de la iglesia de la Asunción de Izalco, tenía una cabellera del siglo XIX, por eso no podían cambiarlo, se desintegraría. Conocía la ciencia y la materia, lo efímero.