El Salvador es esa madre que golpea y escupe pero añoramos que nos ame. Landsmoder (palabra noruega que significa "madre de la patria") será adonde deriven mis dolores y amores por la nación.

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16/11/2015 16:26:40

Incendiar el futuro, las memorias de noviembre

Hace dos años, el archivo de la Asociación Probúsqueda de Niños y Niñas fue incendiado y saqueado en San Salvador. La asociación buscaba recuperar a niños y niñas desaparecidas durante la guerra civil en El Salvador (1980-1992) y reencontralos con sus familias biológicas.

Este noviembre hay más incendios que desde la memoria nos exigen contestar las preguntas más incómodas, las más guardadas durante años, las necesarias, las imperativas. Este año, dos autores de nuestra generación, Julio López (1981) y Jorge Galán (1973) lanzaron proyectos que entre la memoria y la ficción excavan la historia: La batalla del volcán, el documental de López sobre la Ofensiva "Hasta el tope" del FMLN, y Noviembre, la novela de Galán sobre el asesinato de los jesuitas de la UCA, y por la que el escritor ha recibido amenazas de muerte. Ambos sucesos marcaron noviembre de 1989. Si hay preguntas para una memoria que debemos contestar son sobre noviembre de 1989. Hoy más que nunca.

Ante ese escenario, reproduzco el texto que publiqué en El Faro en noviembre de 2013, sobre el incendio del archivo de ProBúsqueda.

ProBusqueda_Stills__S1A9982-1024x683Mural sobre niños desaparecidos en la guerra civil en las oficinas de Probúsqueda. Foto de Alex Montalvo, tomada del blog UnfinishedSentences.Org. 

I

¿Qué son los niños desaparecidos en una guerra?, ¿daños colaterales?, ¿víctimas?. ¿Por qué no están contemplados en la Comisión de la Verdad ni los Acuerdos de paz, esos documentos que dan constancia de ese momento terrible que atravesó El Salvador?, ¿qué iba a pasar con ellos y con el dolor suyo y de su familia, después de la firma de la paz?

El 15 de noviembre de 2013, la Policía Nacional Civil confirmó que "sujetos desconocidos" robaron el arma del vigilante de ProBúsqueda, entraron a la oficina y quemaron el archivo. Únicamente el archivo.

Pro Búsqueda busca y reencuentra con sus padres a niños desaparecidos durante la guerra de El Salvador. En ese archivo había casi 400 casos resueltos, es decir, el registro de 400 muchachos que volvieron a verse con sus familias biológicas, y alrededor de 800 denuncias más de desapariciones forzosas de niños.

 

II

En 2002, yo era una muchachita de clase media, con una vida acomodada, criada por católicas de abolengo venidas a menos, estudiante de una universidad privada. Llegué a hacer mis horas sociales a ProBúsqueda y me dieron unas cajas y unos cartapacios. No tenía más noción de la guerra que las bombas y las metralletas de la ofensiva “Hasta el tope”, de 1989, un miedo y una angustia al oír la reventazón de cohetes en navidad y año nuevo, y el recuerdo televisivo de Alfredo Cristiani “firmando la paz”, en 1992.

Abrí las cajas y los cartapacios. Encontré fotografías.

Eran fotografías de niños. A color y a blanco y negro. Viejas. Niños que tuvieron mi edad el mismo año que yo, con ropa parecida a la mía: niñas vestidas de marinera, niños de calcetines blancos, con borlitas, niñas cuyo cabello era atrapado por ganchitos de figuritas, niñas con trenzas, niñas con risos, niñas con zapatitos blancos, niños con zapatitos negros, con botitas, niños en sandalias. Niños. Niñas. Más niños, más niñas. “Desaparecidos”. Perdidos.

Meses después, conocí a Víctor (nombre ficticio), fue adoptado por una familia francesa y su único instrumento para no perder el idioma, su "lengua madre" -nunca la madre más presente en una vida con toda la fuerza y dolor de la alegoría- escuchaba un cassete de Los Tigres del Norte, que llevaba cuando fue "desaparecido", separado forzosamente de su familia en 1984. Víctor estuvo unos meses en un hogar de niños y después dado en adaptación. Fue uno de los primeros niños reencontrados con su familia. No volvió a Francia, se quedó aquí, con su familia biológica, en un cantón de Chalatenango. Víctor es tres años mayor que yo.

Entonces yo, muchacha de vida resuelta, estudiante universitaria, comencé a comprender algo que por lo general es incomprensible: el país dónde vivía.

 

III

Cuando el jesuita Jon Cortina fundó ProBúsqueda en 1994, se encargó de un tema, doloroso y político, que no contemplaban, ni siquiera mencionaban, la Comisión de la Verdad ni los Acuerdos de paz.

Todos los que nacimos entre 1980 y 1989 pudimos haber sido niños desaparecidos. Estaríamos ahora en Francia, en Italia, en Alemania, en El Salvador, en una ciudad diferente a la que nacimos, perdidos en la identidad, desorientados, con recuerdos, confusos, de algo que fue.

No es fácil comprender a El Salvador, es un país esquizoide: el presidente Mauricio Funes llora en El Mozote y el Estado celebra como héroes a los asesinos de las mujeres y niños de El Mozote. El arzobispo Escobar Alas cierra el Archivo de Tutela Legal del Arzobispado, y Salvador Sánchez Cerén, ministro de educación candidato a presidencia por el FMLN [ahora presidente de El Salvador], lo aprueba. La derecha no olvida sus campañas contra la izquierda y recuerda sus secuestrados, pero olvida, soslaya, deshumaniza los crímenes que cometió, desde la fuerza paramilitar de los escuadrones de la muerte hasta el ejército, pues el comandante general del ejército es, por ley, el presidente de la república.

Más de 1 mil 200 niños de nuestra generación fueron desaparecidos durante la guerra salvadoreña (1980-1992), según ProBúsqueda. Esto quiere decir, obviamente, que hay 1 mil 200 muchachos que son parte de nuestra generación y han sufrido la pérdida de la identidad, de la familia, el desarraigo, la confusión y las pesadillas. Eso me lo contaron dos muchachos cuya madre fue asesinada en la masacre de El Sumpul, en 1984 y que fueron criados por militares en la Fuerza Aérea, en la base de Ilopango.

El incendio de los archivos de ProBúsqueda ocurre un mes después del cierre del Archivo de Tutela Legal del Arzobispado. Y el cierre del Archivo de Tutela Legal del Arzobispado ocurrió después de que la Sala de lo Constitucional admitiera la demanda de declarar inconstitucional de la ley de Amnistía. En 1993, esta ley eximió la posibilidad de enjuiciamiento y cárcel a los autores de los crímenes cometidos durante la guerra civil, y evitó la responsabilidad sobre el pasado.

Estos acontecimientos nos sitúan en un tránsito de limbo -el Vaticano eliminó la figura política religiosa pero no la figura mental ni su presencia literaria que da lugar, sitúa, la incertidumbre- entre 1980 y 1989, quizá, incluso, años antes.

Hay una generación de salvadoreños que no quiere recordar, que anula y desvirtúa el pasado, que, como hemos visto, en los últimos meses, le teme a la memoria, y la tangibilidad de la memoria es el archivo. Con el incendio del archivo de ProBúsqueda hay un interés fundamental en la supresión de la historia.

Quemar los archivos de ProBúsqueda es quemar la memoria de otra generación, esta generación, la nuestra. En unos años tendremos lo que ellos (los que hicieron la guerra, firmaron la paz, cierran y queman archivos, viven impunemente) llaman poder, incursionaremos en las instituciones y tendremos mayor resonancia en la vida política y cultural salvadoreña. ¿Están queriendo borrar nuestra memoria?

Los que crecimos en felicidad y familia no olvidamos tampoco. Aún recordamos las bombas de la Ofensiva del 89 y tememos o nos angustiamos en Navidad y Año nuevo cuando suenan los cohetes, las metralletas, tenemos amigos que nacieron o fueron criados en el exilio y en la clandestinidad, y no sabemos si en el colegio, en la universidad, en el trabajo, en el bus, en la cola del supermercado, estuvimos, o estamos, al lado de un niño desaparecido, un muchacho de nuestra edad.

Esta generación tiene que pronunciarse ante la impunidad. Esos muchachos rotos, heridos y desmemoriados que heredó la guerra, esos muchachos de nuestra edad, con vidas como las nuestras, felices o infelices, que sufrieron el desarraigo y el despojo, esos niños de las fotografías, perdidos en el recuerdo de las madres que lograron sobrevivir, pudimos ser nosotros. No hay indolencia que valga, nos han incendiado, suprimido la historia.

El incendio de este archivo es el incendio del futuro.

Comentarios

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tenia bastante de no ver nada tuyo publicado!!
... sera que esos archivos dicen mas de lo que todos creemos "saber"?
me parece excelente que tu no te olvides de escribir de estos temas, aunque la gente diga que hay que olvidar, eso no tiene mucho sentido, sino que historia le estaríamos contando a nuestros hijos? a nuestros nietos?...
sino me equivoco yo soy mas o menos de tu edad, y me identifico y sensibilizo cuando hablas de que "bien pude haber sido yo".
Contrario a todo lo que un desinteresado pueda decir, por favor sigue escribiendo de estos temas de nuestra generación, de Historia salvadoreña y latinoamericana!!

Te habías perdido. Extrañaba leerte. Siempre es refrescante leerte. Yo era adulto cuano el asesinato de los Padres Jesuitas sucedió. Qué vergüenza para esas bestias con uniforme, parafraseanndo a Roque Dalton. Ahora todos andan agüebados y perseguidos por la justicia. No la divina, porque en esa no creo. Cuídate y no te pierdas

Muchas gracias por escribir, Liz y Pantaleón. Estamos pendientes con muchos temas.

Me gusta que conservas la frescura de la rebeldía. A medida que envejecemos o nos acomodamos a un estatus de confort, basado en un ingreso económica, nos absorve el sistema y las injusticias nos parecen no solo normales sino necesarias. Al FMLN se le acusa de haberse "derechizado"; de sre partido-empresa, formado por una burguesía emergente que apuntala el neoliberalismo en vez de desmontarlo. Este es el plantemiento de Dagoberto Gutiérrez. Es que el dinero, el guaro, las mujeres u hombres guapa(os) según el caso, corrompen. No lo creen?

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