Nos acercamos a un nuevo aniversario de la firma de los Acuerdos de Paz, en 1992. Si nos asomamos a este El Salvador, nos encontramos ensangrentados, polarizados, divididos. En estos días, Guatemala también celebra el aniversario de la firma de sus acuerdos de paz, y somete, de nuevo, a juicio por genocidio a Efraín Ríos Montt. Mirar a Guatemala podría removernos y movernos a pedir la derogación de la Ley de Amnistía, la apertura de archivos, la creación de eficientes comisiones de búsqueda.
Monumento a las víctimas civiles de la guerra civil salvadoreña en el parque Cuscatlán, de San Salvador. La fotografía fue publicada por Frederick Meza en el Faro el año 2010. Puede ver la galería completa
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Cada día despierto con un incendio. El incendio es una idea obsesiva sobre un suceso en El Salvador. Mi incendio hoy son los 70 mil salvadoreños, entre desparecidos y asesinados, durante la guerra civil (1980-1992), las supresiones de la paz.
No celebro los reyes magos ni el día del amor, no me subo tampoco a las celebraciones del consumo como el thanksgivin o el Oktoberfest, pero durante muchos años esperé con emoción el 16 de enero. Sentía una alegría auténtica por "la firma de la paz", por la paz, así nomás. Pero pasan los años y veo que no tiene sentido conmemorar ni celebrar una paz velada, donde hay una ley amnistía que frena la búsqueda de la justicia, donde a las familias de los muertos y desaparecidos, de ambos lados, se les pide que perdonen y olviden, donde cada vez que esgrimimos peticiones puntuales en búsqueda de la reconciliación nos dicen que estamos abriendo heridas.