El Salvador es esa madre que golpea y escupe pero añoramos que nos ame. Landsmoder (palabra noruega que significa "madre de la patria") será adonde deriven mis dolores y amores por la nación.

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05/11/2014 16:04:53

San Salvador o el amor imposible

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Fotografía de Francisco Campos. Casa construida por el arquitecto Joaquín Aguilar en 1911 sobre la Calle Arce. Fue destruida en 2011.

Alguien dice San Salvador y siento ganas de llorar, como si se tratara de un gran amor imposible.

Alguna vez escribí un libro sobre San Salvador como el único y gran amor: Iba a otras ciudades, veía otras ventanas, me alumbraban otros faroles, podía caminar sin peligro en otras calles, pero volvía a San Salvador.

Amo en otra ciudad, pero no olvido a San Salvador.

 

*

San Salvador no tiene lugares para decir adiós.

José Luis se fue a Buenos Aires y nos despedimos en una esquina de la San Luis, frente a un Nash, bajo el sol; ni siquiera nos refugiamos bajo un árbol de almendras. Él se fue a su casa, armó maletas y hace tres años no lo veo. 

Ángel se fue a París y nuestra despedida fue un almuerzo (no teníamos más tiempo porque a veces en San Salvador se tienen más de dos trabajos). Para llegar por mí, tuvo que pasar por el tráfico enloquecedor de medio día, primero de la Jerusalem, luego de la Juan Pablo II; después, no sabíamos adónde ir, había de nuevo tráfico.

San Salvador no entiende a los que quieren decir adiós.

Muchos de mis amigos se fueron y yo no estaba en San Salvador. Cuando me fui de San Salvador, muchos de mis amigos ya se habían ido. No hay modo de despedirse porque quizá no hay modo de irse; siempre el deseo, siempre la imaginación, siempre el volver.

 II

Vine a México en 2009 a escribir una novela sobre San Salvador y no he podido terminarla. Quizá en ello resida la naturaleza del amor imposible.

Vine a México constantemente, entre 2011 y 2012, a vivir -aún vivo- mi gran amor, uno posible.

Vine de nuevo a México en 2013 a vivir otro amor, el académico. Pero hay días en que Tlalpan me parece Santa Ana, la Roma se me convierte en la Flor Blanca y cuando paso por El Pedregal pienso que es Santa Elena y de pronto un amigo aparecerá en la acera y me dirá adiós con la mano.

III

Amo a San Salvador porque soy una provinciana. Salí al mundo, vi sus luces y pensé: son iguales a las luces de mi San Salvador, son más lindas las luces de mi San Salvador... qué lindo es mi San Salvador con sus balcones herrumbrados y caídos, con sus casas de lámina (en ambos siglos, dolorosamente separados, el lujo de la lámina de inicios del XX y la marginalidad de la lámina de finales del siglo XX), con sus cinturones de pobreza, su violencia, su clima inclemente, sus traumas y sus olvidos.

Es horrible mi San Salvador, es un barranco, es un espejo roto, es una botella quebrada en un pleito de bolos. Qué horrible es mi San Salvador, pero es mío.

Amamos a una ciudad destruida, y quizá ese sea el amor más puro bajo la tormenta. Nos conformamos con lo que tenemos porque San Salvador nunca llegó a ser lo que quería. Nunca ha sido ciudad, creció desordenadamente, cayó con terremotos, se inundó y orilló a sus quebradas, arrinconó en su zonas álgidas, a los que no alcanzaron, en dos siglos, el discurso del progreso. Abandonamos en el primer San Salvador, en el derruido esplendor del centro histórico, lo que no queremos.

 

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Ruinas de la Casa Salaverría, en la esquina de Alameda Juan Pablo II y la Avenida España, en el límite del Centro Histórico de San Salvador. / Foto de Élmer L. Menjívar.

IV

Frente a la plaza Morazán, hay tiendas de "todo a dólar". Los empleados de las tiendas sacan unas cajas con lo que sobra de la venta del día y lo tiran a la calle. La gente se abalanza sobre las sobras, son vestidos, algún pañuelo brillante, ropa interior. Viejitas buscan entre la ropa, persiguen con la mano un rastrojo de tela. Una niña encuentra una caja con una muñeca, saca la muñeca, corre con su muñeca por la calle.

*

En la plaza Morazán, hay un viejo acostado sobre una banca. Llueve. El viejo no se mueve. Se acercan unas gentes, me acerco también. El viejo está hinchado. El viejo murió en el parque. Pedimos que informen a la policía. La lluvia arrecia. 

*

En la plaza Libertad, hay un borracho. Lleva un saco sucio y un cinturón es su corbata. Se lleva la mano al pecho y sube y baja ese monumento erigido en 1911 a los héroes que nos dieron patria. Patria, invención, fantasía. El borracho sube al monumento y besa al león de las naciones. Lo besa en el hocico de bronce y rompe la pulsión, esa frontera entre humano y animal, eso que creemos que explica la civilidad.

*

Afuera de catedral, un huelepega viste un abrigo de pieles, o de peluche. El abrigo está sucio, el huelepega está desnutrido. Las palomas de la plaza Barrios vuelan, las campanas de catedral repican.

* 

En el Monumento al mar, frente a la ex embajada americana, unos niños se bañan. Por las mañanas, también ahí, un indigente lava su ropa y la deja secar al sol.

 

V

El señorío de Cuscatlán, la fundación mítica de lo que consideramos nación, no estuvo situado en San Salvador; pero tampoco importa porque el sitio donde estuvo el señorío fue vendido y ahora arriba de él hay centros comerciales, un periódico y una embajada.

Esta ciudad no tiene un rancio abolengo colonial, no hay que buscar estirpes fundacionales que nos den esplendero. San Salvador fue intendencia y después Estado. Convertir a esa intendencia en Estado ha sido una de las acciones más importantes y decisivas de la historia de Centroamérica. Y aún siendo San Salvador el nombre la fundación de un Estado, San Salvador la ciudad no ha sido lo que pensaron que debía ser.

San Salvador fue la capital de la Federación Centroamericana de Francisco Morazán, entre 1834 y 1839. En 1854, un terremoto la derrumbó y la capital se trasladó a Cojutepeque -muy a pesar del proyecto de fundar Nueva San Salvador-. La capitalidad volvió después a San Salvador pero se configuró legítimamente como capital hasta 1911, con las celebraciones en honor del Primer Grito de Independencia dirigidas por Manuel Enrique Araujo.

Hasta entonces, -y a pesar de Zaldívar o Menéndez-, llegó el progreso. Pero no todos cabemos, no todos cupieron, en el progreso, ni siquiera Manuel Enrique Araujo; fue asesinado en 1913 en el parque Bolívar, ahora Plaza Barrios, mientras la Banda de los tres poderes tocaba un vals. La paradoja de la modernidad nos coloca en ese acontecimiento: Araujo fue asesinado por dos hombres indígenas que no hablaban español y fueron vestidos con saco y corbata, Araujo fue asesinado a machetazos. 

La fundación moderna de San Salvador es una fundación trágica.

 

VI

San Salvador es un montón de casas derruidas en el centro histórico, y un montón de casas enrrejadas e hipervigiladas en el área metropolitana. Es periferia, es Soyapango, aunque no lo querramos ver o no querramos ir ahí.

Nosotros somos San Salvador y esa indolencia de no mirar hacia ningún lugar que no sea nuestra casa enrrejada o nuestra colonia privada. No bajamos al centro histórico, no queremos ir a la periferia y pensamos que El Salvador del Mundo y la Escalón son la ciudad; pero no lo son, son un entramado de calles y centros comericales que de lo único que hablan es del crecimiento desordenado, de la falta de conectividad y de la desigualdad.

Amar a esa ciudad nos pone en pugna con nosotros mismos: entre lo que no ha sido y lo que queremos que sea. Rompemos el ideal antes de tocarlo y nos herimos con sus güistes desperdigados.

El muerto del parque Morazán, los niños que se bañan en el Monumento al mar son San Salvador pero preferimos mirarlos desde arriba y disfrazar a las luces del hacinamiento como las luces preciosas de una ciudad.

San Salvador es sueño y pesadilla; quizá por eso lo llevamos obsesivamente prendido en la memoria y en la imaginación. Ningún San Salvador va a hacernos felices y vamos a buscarlo en todas las ciudades, siempre, como un Ulises condenado que no puede volver.

 

VII

Regreso a mi libro sobre San Salvador y no me arrepiento de ser cursi:

"San Salvador, cabés en la palma de mi mano,

perfecto como el anillo en el dedo de la mujer que ama a un solo hombre."

 

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Mauro Arias retrató el Monumento al mar. No necesito más palabras.

 

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Posdatas:

* Mi librito "San Salvador" fue publicado en 2011 en París Volcán, editorial artesanal fundada por Nicole Cecilia Delgado y yo, solo imprimimos 25 ejemplares.

** La novela que vine a escribir a México en 2009 no se llama San Salvador, aunque quién sabe, podría cambiarse nombre si un día la termino.

*** La información sobre la parte de San Salvador y las paradojas de la modernidad tiene como fuente mi ensayo "Lugares sagrados en la ciudad moderna: San Salvador 1911-1928", que presenté en julio en el Congreso Centroamericano de Historia, en San Salvador. 

Comentarios

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Me gusta, es honesto. Me gusta el hecho de que contemplás detalles sutiles pero a la vez más representativos de vivir en la capital.

Me gusta, yo pienso lo mismo de San Miguel, " lo busco en cada ciudad donde voy". Queriendo injertar lo bueno que hay en cada ciudad, cómo queriendo a la fuerza convertirlo en lo que tanto deseamos que sea.

No tengo palabras para describir lo que sentí a leer tu publicación, espero que un "gracias" sea suficiente...

Sabés quién soy, Elena, y comparto el mismo amor imposible. A ambas nos deja plantadas, a ambas nos da ilusiones y siempre, al volver a verlo nos rompe el corazón. San Salvador se viene a mi mente en cada lugar de Los Angeles, hasta en las cosas bonitas y en los comentarios como "Cuándo allá", "igualito que allá". Y acerca de los lugares donde decir adiós, hay muchos, pero son efímeros. Cuando menos sentís, ya no están o han cambiado totalmente. La constancia y permanencia la vemos como rutina y queremos cambiar "para mejorar". La historia dura un día, y como nos da pena, la borramos al siguiente y mañana hacemos chiste de ella. No somos nada, y eso es todo lo nuestro.

A veces cuando leo tus articulos me dan ganas de pedirte que te cases conmigo...

Despues me acuerdo que estoy felizmente casado con el amor de mi vida, y se me pasa.

Pero escribis tan lindamente, que la atraccion es irresistible.

:-P

Jeff

Quitando los adornos literarios y académicos, este texto es tan trillado, tan genérico, que es casi como un horóscopo diciéndole a la gente lo que quiere leer: que es normal que en el fondo a un capitalino le guste o extrañe San Salvador, a pesar de todos sus defectos, ya que con el tiempo cualquier persona se apega a cualquier lugar. Por lo menos las fotos están bonitas.

Hola, quiero felicitarte por tus artículos, expresan claramente lo que muchos pensamos y sentimos.

San Salvador...El Salvador... que valida de verg...

Es un manicomio gigante.

ENTIENDO TU NOSTALGIA, PERO TAMBIÉN ENTIENDO QUE TODOS CUANDO SALIMOS TENDEMOS A IDEALIZAR NUESTRA TIERRA. VER Y RECORDAR LOS TOROS DESDE LAS BARRERAS TE DAN OTRA PERSPECTIVA. LO MISMO ME SUCEDIÓ Y CUANDO REGRESÉ.............VI QUE TODO LO PENSADO FUERA DE ESTE ENTORNO ERA UN ESPEJISMO. JAMAS VUELVAS A MENOS QUE QUIERAS CONFRONTAR TU UTOPIA HECHA REALIDAD

San Salvador o el amor imposible no solamente remite a una novela aún en proceso de escritura sino que se embarra de ficción para tratar acontecimientos anteriores de esta ciudad capital centroamericana en una prosa en la cual Salamanca no logró editar muy bien varias palabras y donde nuevamente se vuelve el centro de “su espejo roto”. No debí haberla leído para no permitir este mal gusto.

Hocico, no "ocico". ¡EDITOR!

Que manera tan sutil de describir san salvador me encanta como la lectura en tus artículos apasiona cada vez mas :)

Como cada vez que leo esta columna me agrada lo que leo. Creo que la literatura tiene dos partes que nos pueden impresionar: el contenido y la forma. El contenido de tus artículos me gusta, es como surrealista. Y la forma en que manejas el lenguaje Cervantino también me gusta: las hiperbles, pleonasmos, símiles, etc.San Salvador es nuestra ciudad madre y nos duele verla deteriorarse tanto por ciertos lados y llenarse de palacetes -los malos- por otro lado. Pareciera que la ciudad barre pero la basura la mete debajo de la alformbra. Que hace fea San Salvador: las zonas marginadas, los puestos informales de ventas callejeras, las maras, los ladrones, la zona roja con sus putas pobres pintarrajeadas con más maquillaje del necesario. Pero los pobres pobres, los homeboys, los tamarindos, y las putas tristes no son la causa del afeamiento sino las víctimas de un sistema socioeconómico que es un mamarracho, donde la gente de las champa sigue votando por ARENA

es un sentimiento comun, he visitado grandes y bellas ciudades impresionandome por sus calles, monumentos, parques, etc. pero siempre hay algo de San Salvador que no podremos borrar aun viviendo lejos, es nuestro o... para bien o para mal, con todos sus terribles problemas hay algo que inevitablemente nos obliga a quererlo y añorarlo cuando estamos lejos... gracias

leo y comento regularmente tus publicaciones, aunque no soy capitalino, el lenguaje y el espíritu del artículo no es difícil de entender, mas cuando las imágenes que expones y otras que describes son parte también de lo que yo y muchos salvadoreños mas conocemos y apreciamos como nuestro. si un día necesitas apoyo para imprimir alguno de tus proyectos estoy a tus órdenes.

Hola Elena Salamanca recien encontre esta pagina en realidad reviso poco ya que en el pais q actualmente resido no tengo acceso al internet pero en fin ese no es el punto ahora lo importante es que encontre tus notas y me siento identificada con lo que escribes ademas me siento muy contenta y orgullosa de ti fui tu compañera en el CCM en el año 99 bueno recuerdos de ti y del ultimo año de bachillerato se siente chevere verte y decir esta fue mi compañera hehehehhhe y con eso de que san salvador es tu amor imposible me pasa tambien pero con el pais como tal lo extraño añoro estar alli y que duro es estar lejos y peor aun saber q no podemos regresar y vivir en paz como en otras epocas por la delincuencia que hoy en dia nos azota y q se apodero de nuestro lindo El salvador.. exitos y no dejes de escribir.

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