El Salvador es esa madre que golpea y escupe pero añoramos que nos ame. Landsmoder (palabra noruega que significa "madre de la patria") será adonde deriven mis dolores y amores por la nación.

« Post data: El #PrideSV y yo | Inicio | La vida en una maleta »

09/07/2014 11:44:23

El nacionalismo banal, usted y yo

¿Cuando le preguntan "qué es ser salvadoreño", qué contesta usted? Puede no contestar nada, si quiere. Puede incluso sentir orgullo o miedo de contestar.

Nación-consumo: Anuncio de Kolashampán, 1984. 

 

Estas escenas son reales:

1. Yo a las 3 a.m. cantando Quién, quién, quién, el tema de Kolashampan.

2. Yo, camino a Oaxaca, invitada por un amigo mexicano a cantar el himno nacional de mi país. Me llevo la mano al pecho en el autobús y empiezo: Coro, primera estrofa, ¿segunda? No recuerdo el himno nacional, confundo los versos, y termino diciendo la Oración a la bandera.

3. Yo, en la celebración del mundial, cantando los himnos de Honduras y Costa Rica antes de cada partido. Esta vez no ocurre lo mismo que ocurrió con el himno de El Salvador: los sé de memoria, no me confundo, canto.

¿Soy o no soy salvadoreña?

**

Cuando el lugar común se convierte en lo que nos identifica cumple a cabalidad su vocación  retórica. Es un triunfo de la efectividad, digamos.

Por eso, cuando alguien describe al salvadoreño como trabajador (aunque sea explotado o subempleado), sonriente (aunque esté jodido), o comedor de pupusas y queso petacones, bebedor de Kolashampán o Uva tropical está apelando al lugar común y tiene en sus palabras algo de verdad.

Pero lo importante del lugar común el descurbir el tránsito que lo legitimó y nos lo entregó como única respuesta.

 

**

En este sentido, creo que lo que hay que poner en diálogo son los procesos que nos han llevado a construir esos lugares comunes.

Porque la Historia es una construcción, nuestra generación se encuentra en diálogo con los lugares comunes de salvadoreñidad que otras generaciones construyeron. Así, estamos ante una definición de "ser salvadoreño" por acumulación. Y encontramos en un mismo discurso al Pulgarcito de América, El país de la sonrisa, y el país de las maras (no me diga que cuando sale de El Salvador no le preguntan por las pandillas).

No está en juego tomar parte del discurso de las elites o del discurso popular, como le gusta dividir a algunos, sino comprender estos discursos como procesos históricos que van a culminar el lugar común y su apropiación.

 

**

La nación puede ser el sitio de la memoria que plantea Pierre Nora, ese lugar que no es un sitio geográfico o topográfico, sino más bien abstracto o emotivo, un depósito de lo simbólico.

Así, usted puede pensar a El Salvador como un frasco transparente y vacío, en el que usted irá depositando lo que lo identifica como salvadoreño, lo que sea: símbolos, vivencias personales, momentos de la Historia. Y así podemos pervivir con quienes creen que ser salvadoreños es comer pupusas o apoyar a la selecta; o conmemorar las masacres, de 1932 a la guerra civil, o el incendio del autobús en Mejicanos en 2010, o abocarse al paisaje o al arte.

Si finalmente, y siguiendo a Nora, la nación será de lo que nosotros nos apropiemos, lo importante de revisar serán los dispositivos que nos han llevado a esta apropiación, los detonantes de la identidad nacional.

En el campo de la historia patria, la educación, y en la educación, los símbolos.

En el campo del consumo, las marcas.

Y aunque en ambos campos se trate de una identidad impuesta, lo interesante es ver qué hacemos con esas imposiciones, cómo las aprehendemos o transformamos. Quisiera abordar a varios teóricos que nos ayudan a desmenuzar ese enorme y misterioso platillo que puede ser la nación, pero para el caso es mejor partir de Michael Billig, quien acuñó la teoría del nacionalismo banal, ese nacionalismo que no parte de una épica de libro de texto, sino que se encuentra inmersa en lo cotidiano.

Como explica Billig, en el nacionalismo banal hay una apropiación de las marcas de los símbolos nacionales. Y en El Salvador podemos encontrar como ejemplo varios símbolos: las pupusas, la selecta, o canciones como El carbonero, La bala (que no es de origen salvadoreño) o Las pupusas, etc. 

El nacionalismo banal, precisamente por cotidiano, es aquel del que nos valemos cuando alguien nos pregunta, dentro o fuera de El Salvador "¿qué es ser salvadoreño?".

 

 **

Tal vez algunas marcas o símbolos de la cultura popular, como las pupusas o la selecta, nos han dado más información de lo que creemos ser que la educación y la política, y sobre todo, nos han dado más que la generación de políticos que nos gobierna en la actualidad. Y quizá por eso sea que cuando salimos nos remitimos a este nacionalismo, el banal, y conseguimos queso de capita o Petacones, Kolashampán, frijoles Naturas, Maseca, pupusas, congeladas o mal hechas en casa,para asirnos a algo. La búsqueda de la identidad está fundada en este caso en la paradoja del hambre y el deseo. 

 

**

No todos los intentos de apropiarse de "lo nacional" son efectivos porque aún existe una duda, una nebulosa sobre lo que define "lo nacional", "lo salvadoreño". Porque, como he dicho antes, y sostengo en pláticas con amigos que buscan, desde su migración, los asideros de la identidad nacional, puede que, en realidad, la identidad salvadoreña sea simplemente una mancha: algo difuso, algo que no cuaja, pero que tampoco se borra.  Siendo optimistas, un proceso.

Ese proceso nos debe permitir explorar el origen de los lugares comunes a los que nos abocamos, desde El Pulgarcito de América de inicios del siglo XX, explorado por Rafael Lara Martínez; o el País de la Sonrisa de 1975 que se funda en la trágica paradoja: Un país que celebra ser la Sede de Miss Universo y se suscribe al discurso del optimismo desde la sonrisa, pero que manda a lavar las calles del centro histórico donde ocurrió la matanza de estudiantes universitarios el 30 de julio de ese mismo año.

 

**

Durante la celebración del Bicentenario del primer grito de independencia, en 2011, varias marcas salvadoreñas asumieron una tarea por explicar a sus consumidores qué es ser salvadoreño, apelando al diezmado paisaje nacional y a un discurso emotivo, en el que la pobreza es estética, casi orgullo nacional.

Encuentro en Kolashampan un ejemplo fascinante de la apropiación de la salvadoreñidad. En dos momentos. El primero, en 1984, con el anuncio de Quién, quién, quién, que marcó a una generación y que muestra una imagen del pueblo salvadoreño bastante deprimente, si somos sinceros; y al inicio de 2000, cuando retoma en su empaque la estética naif de Fernando Llort y las generaciones de artesanos de La Palma, en Chalantenango. La estética llortiana era una definición iconográfica de la identidad salvadoreña validada, en cierto modo, por su gran mosaico en catedral, ese mosaico que el actual arzobispo de San Salvador mandó a destruir en las vacaciones del fin de año de 2011. Era una evocación a la nación como paisaje pero con un rescate de la identidad gráfica de lo salvadoreño.

La exploración de la identidad nacional dese lo gráfico tiene profundos vacíos que parten de la falta de conocimiento de la historia salvadoreña pero sobre todo de su historia del arte. En los últimos años, he prestado más atención a los intentos por encontrar una iconografía nacional, y hay variso diseñadores, gráficos o de modas, en esta búsqueda. La intención es aplaudible pero necesita profundizar en las raíces históricas del país, de lo contrario nos encontraremos con intentos superficiales, con clichés.

 

**

Quizá la educación, la descontinuidad de los libros escolares, la poca difusión de la historia, la escritura de la historia patria que oculta momentos cruciales (como fue hasta la Reforma de 1997 la escritura de la matanza de 1932), la intención de borrarnos es la que nos ha encaminado a la nebulosa de la identidad que nos lleva a aferrarnos a la nación desde el tópico, o a reducirla a pupusas y selecta. Finalmente todos, pobre o rico, joven o viejo, parafraseando la letra del Carnaval de San Miguel, somos productos de esos vacíos educativos e históricos. Finalmente, todos acudimos a esos símbolos, aprehendidos o impuestos, para intentar definirnos. Y aunque esa reducción puede parecer una crisis, la crisis quizá sea una definición de nuestra identidad.

 

**

La Historia es un espejo en el deberíamos intentar buscarnos; en El Salvador es un espejo roto. Hay que asomarse al espejo de la Historia aunque nos convierta la sonrisa (de "el país de la sonrisa") en lágrima.

 

 

 

.........................................................................................................................................................

- Hace tiempo quería escribir sobre el nacionalismo, y me decidí a postear después de muchas pláticas con amigos. En Twitter (@landsmoder) encontré interlocutores en  @nunezhandal@mjcornejo y @lbonillaoa, quienes desde Guatemala, Filipinas, Inglaterra, Chile y Haití se preguntan sobre la identidad nacional. 

- Pero lo que más me impulsó fue ver este enlace del Colectivo País, que me dejó un poco deprimida: https://www.youtube.com/watch?v=ZJhHmDriJS8

- Entre 2012 y 2013 impartí en el Centro Cultural de España de El Salvador el curso "Imagen y nación", una exploración de los proyectos de nación en el siglo XX a través de la iconografía, mis fuentes principales eran la Colección nacional de la SEC, la Colección Julia Díaz del Museo Forma y la Colección del museo de arte (MARTE).

Comentarios

Fuente You can follow this conversation by subscribing to the comment feed for this post.

"El Asco" de Horacio Castellanos Moya me abrio los ojos de que es ser Salvadoreno...

La identidad salvadoreña amerita un diálogo más profundo. Nada une a un pueblo más que el sentido de pertenencia a un país. Para muchos de nosotros la identidad salvadoreña no radica en la Kolashampan o en frases populares. Puede radicar en nuestro patrimonio, nuestros paisajes, nuestra geografía, nuestro hogar. También puede radicar en conocer su propio himno nacional. Su definición de identidad salvadoreña la basa en factores muy superficiales con el objetivo de subestimar la identidad nacional.

El Salvador siempre tuvo intentos fallidos de buscar algun icono "nacional/patriotico" hay miles de ejemplos, como el carbonero que hay gente que llega a pensar que es una cancion "antiquisima".

Los únicos símbolos unánimes son los banales (pupusas y paisajes), porque no generan la eterna controversia. Buscarlos como tales en la historia es inútil para el caso, porque de por medio hay ideologías, puntos de vista e intereses que modifican y tuercen visiones. No hay lectura histórica imparcial.

La "nacionalidad" identitaria" de la guanacia es la bayuncada, el nacionalismo que Ud le llama banal y yo digo nacionalismo ramplón.

Algo que me hace sentir muy satisfecho con los intentos de hacer algo diferente desde el Colectivo País, es que El Salvador necesita (URGE) de este tipo de conversaciones.
Lo que me alienta, es saber que la Marca País que el Colectivo propone ha sido la que desate este tipo de análisis y pláticas, que puede tomar mucho tiempo en cuajar y en llegar a un consenso.
Lo que me preocupa, es que no tenemos esta animosidad cuando se trata de un logo impuesto por un gobierno, un intento de marca país que lo que menos hace es representarnos (y visualmente es peor). No salimos de lo mismo.

He estado fuera del país por mucho tiempo.

Al principio he sido obligado a enfrentar batallas pavo real con diversas culturas, y en ninguna de esas las pupusas, el loroco, o lo buzo-caperuzo han sido armas que me dejaran satisfecho.

Así que empecé la búsqueda de la verdadera Salvadoreñidad. Primero intenté buscarla en otros Salvadoreños pero el rechazo a nuestra historia y arte como algo que se usa solo para cumplir su función primaria (una escoba) me trajo la decepción envuelta en hojas de plátano.

¿Qué era lo que quería sentir? Pertenencia u orgullo por la fortuna de empezar una existencia en un pulgarcito. Orgullo por los éxitos de los demás, orgullo por cosas que a nadie le pertenecen, ¡orgullo por la suerte!

Ya no creo en nacionalismos, aunque creo que compartimos algo para nosotros. Y la belleza del pulgarcito solo se ve por nuestros ojos y su voz se escucha en las palabras del poeta.

Esto de encontrar la identidad salvadoreña, o de cualquier país latinoamericano seguro es algo bien complicado, aqui tenemos un ensayo que cuesta un poco leer, que en general es válido, pero que apenas levanta un poco el velo al respecto. La verdad es que eso de la identidad la construyen los pueblos, y hacen esto con los recursos que tengan; por cierto definirse por un gusto a una bebida es una simplicidad, otra superficialidad si se quiere. Lo importante de la identidad es como un sujeto se identifica igualitariamente con sus pares en un determinado momento y en determinado espacio geografico, de ahi que algunos de los aspectos vistos como "idiosincracia" son nada mas el resultado y no la causa profunda. Ergo: esto es Psico-Social.

Hola muy intenso análisis de nuestra identidad como salvadoreños.
Si, me preguntara que es ser salvadoreño dijera muchos de los símbolos que menciones, pero se siente ese vacío porque sabes que lo que crees por identidad no lo es o es impuesta como tú haces referencia. A mi pensar hemos perdido la identidad y a quien podemos culpar, creo que a tu mente salieron muchos nombres he instituciones nacionales o hasta organismos del estado.
Pero creo y siento que el deber de cada salvadoreño es saber quién es de donde viene para así saber a dónde ira.
Extraños ver en los libros escolares actuales ver rasgos históricos de eventos que forjaron a este país y parte de la problemática actual es que no tenemos identidad adoptamos otras culturas. ¿Sera que nos avergonzamos de nuestra identidad o envidiamos las de otros países?
Ser salvadoreño para mí es ver lo imposible, es posible y me gustaría que todos mis compatriotas pensaran así. Para cambiar la realidad de actual.

Vaya panda de filósofos nos aparecen día sí y otro también por estos lares del Señor. Está bien que una chica salte de su banca y vocifere educándonos en el nuevo evangelio contra el nacionalismo; que este no es malo ni bueno valga decir, si no nos metemos a filosofar con o por el intentando limitarlo o ya utilizarlo como arma de algún tipo. Conste. Yo soy muy salvadoreño y no estoy completamente orgulloso de mi país precisamente, pero tampoco tengo por qué avergonzarme de serlo. ¡Por Dios! Que diría mi papá. Y conste también, que ni me aprendí la cancioncita de kolashampan pero si me se el himno nacional con todas sus estrofas... todas todas y no solo las que se cantan en el estadio el dia de la selecta.
No me sé el carbonero ni la oración a la bandera íntegramente. Puu,pero de eso a decir que la lectura de El Asco me cambio algo vital en mi forma de ver o percibir mi vida como es "abrir los ojos" (del intelecto supongo) es tan, pero tan trivial como tomar de ejemplo el comercial de la citada gaseosa para criticar el nacionalismo salvadoreño.

La identidad salvadoreña es un lastre al igual que los nacionalismos de cualquier region del mundo, son resabios de un mundo primitivo que mejor deberíamos de dejar en los archivos. Naci en ES, he viajado y visto mucho, no pedi nacer en ES, pero ?quien lo pidio?. Castellanos Moya es realista en su Asco. En mi viajar he comprendido que amo el paisaje de mi region montañosa en La Paz, pero nada mas amo el trópico, podría ser parte del mundo tropical del planeta, realmente el resto de ese ente llamado ES me es indiferente, seria lindo Cuzcatlan sin gente, sobre todo sin gente tan deformada como la que lo habita.

Gracias a todos por sus comentarios, la nación y el nacionalismo son, en efecto, temas interminables, donde podemos encontrar puntos en común o distantes.

En este post intenté abordar lo que se entiende por nación y nacionalismo en El Salvador desde la teoría del nacionalismo banal.

Lo he hecho en otros textos desde otros teóricos, pero me pareció pertinente este matiz para el blog.

Gracias por escribir, ojalá nos sigamos encontrando por aquí.

Los comentarios de esta entrada están cerrados.