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Yo no tendría por qué dar explicaciones, pero desde ayer, en Twitter (@landsmoder), hay gente que no conozco, que no me conoce, que no sigo, que no me sigue, enviándome mensajes que juzgan mi fe y mi moral porque apoyo a la comunidad LGBTI de El Salvador.
Y resulta muy molesto que te acusen y te ofendan porque creen que su iglesia, su fe y su moral (bastante inmoral, pregúntenle a varios curas contemporáneos) son hegemónicas y con base en esa hegemonía pueden humillarte, ofender y excluirte.
Pues bien: Soy católica, creo en el matrimonio igualiario, apoyo a la comunidad LGBTI en mi vida privada y pública y creo ante todo en el amor y en el futuro.
Mi relación con esta comunidad no es nueva, es de familia más bien, aunque mi familia sea un matriarcado muy conservador y católico y la única persona de exposición pública (soy escritora, soy académica, soy productora de un festival de arte) sea yo.
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Mi abuela tiene 82 años, es católica y cree en el matrimonio igualitario. ¿Por qué? Porque cree en la justicia y en Dios (el Dios de los católicos, el que es uno y tres a la vez).
Mi abuela pasó su juventud en Sonsonate, a finales de los años 40 conoció a la Coqui. La Coqui hacía las alfombras más grandes, coloridas y hermosas de la semana santa de Sonsonate, esa muy tradicional que aparece en los medios de comunicación. La Coqui se llamaba Jorge y en algunas zonas del país, Coqui es diminutivo de Jorge. Pero era "La" Coqui, porque era mujer. Coqui era una transexual. Mi abuela la recuera maquillada, en tacones, por aquellas calles empedradas de Sonsonate. Esas calles donde después pasaba Jesús camino al calvario, y lo seguían su madre, la Virgen Dolorosa, San Juan, Verónica y Magdalena.
En esas calles empedradas conoció a la Coqui, maquillada, entaconada, catoloquísima, respetuosa de la fe y sabedora de "su pecado" (la Coqui no comulgada, nunca tuvo novio), víctima de la paradoja del Dios de amor y la igualdad ante él y la expulsión del cielo de los diferentes.
Mi abuela recuerda que a veces los hombres le decían cosas, desde piropos hasta amenazas, pero La Coqui seguía caminando con sus tacones por las empedradas calles de Sonsonate.
Una noche le avisaron: "Se murió La Coqui". La mataron.
Fue, evidentemente, un crímen de odio.
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La primera persona de mi familia que fue a una marcha del Orgullo gay fue mi mamá. Había salido de compras, hace años, y en la calle vio a la marcha. "Me quedé mirando y después acompañé un rato a los muchachos", me dijo. Estaba emocionada. Estaba deslumbrada por el vestuario y maquillaje de travestis y transexuales. Y estaba también pensativa; me preguntó por qué en esas marchas no había tantos muchachos como mis amigos, es decir, hombres homosexuales que no se visten como mujer.
Años después, cuando yo asistía a la marcha, mi mamá solía encontrarme en Metrocentro, ahí acompañaba un poco la marcha y regresábamos a mi casa.
¿Por qué mi mamá es tan tolerante? No sé. Desde siempre, he tenido amigos homosexuales, y mi mamá, católica como mi abuela, nunca me comentó o regañó al respecto, nunca los juzgó; los estima mucho.
En su juventud, mi mamá tuvo un amigo gay. Él no lo expresaba abiertamente; su identidad, su modo de amar y de pensar, era más bien una confidencia. Mi mamá nunca le preguntó, él nunca le dijo. Hace muchísimos años, mi mamá se enteró que su amigo de juventud había sido despedido de su trabajo. Alguien, algún compañero laboral, había insinuado que el muchacho homosexual y que lo acosaba.
Sí, fue un despido por discriminación laboral.
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La primera vez que fui a una marcha del Orgullo gay, lo hice para acompañar y apoyar a mis amigos; llevamos una pancarta con un verso de un poema de Ricardo Lindo:
"Y es estúpido ofender al amor en nombre del que llamamos Amor".
Ricardo Lindo es uno de los escritores más maravillosos que ha nacido en El Salvador. Y es gay.
Lo confesó abiertamente con su libro Injurias, del que sacamos el verso que llevamos en la pancarta. Aún lo recuerdo en canal 10, entrevistado por Geovanni Galeas, hace muchísimos años, explicando su homosexualidad. Mi mamá y yo no conocíamos a don Ricardo entonces, mi mamá lo admiró por su valentía.
Cuando fui periodista, conocí muchos homosexuales de pueblo, esos hombres que aman a otros hombres o quizá nunca han podido amar porque les han dicho que es pecado; esos hombres que visten a los santos de sus pueblos, les cosen sus vestidos, los llevan al altar, les prenden velas, y viven con el dolor de saber que van a quemarse en la llama eterna. O eso les han dicho.
En mi familia hay una gran apertura hacia lo que ahora llamamos comunidad LGBTI. En los tiempos de mi abuelita, era simplemente una mujer que había nacido en un cuerpo de un hombre, y sufría. Mi hermana, mis primas, mis tías, todas han tenido o tienen amigos homosexuales. Y con el mismo amor que les tenemos en nuestra relación de amistad, los defendemos cuando nuestras otras amistades, religiosas, los juzgan y condenan.
Hablo desde las creencias porque desde las creencias me han atacado por apoyar a mis amigos y desde las creencias los han ofendido a ellos. Yo no quiero contestar con la Biblia, porque la Biblia, en la interpretación de los fanáticos, también es un texto manipulado.
Yo, como mi madre y mi abuela, soy católica. Cuando leo la Biblia, prefiero la traducción de la Reina Valera, eso sí; creo en el Estado Laico, la libertad de culto y la secularización de los espacios (poltícos, públicos). Por eso apoyo la marcha del Orgullo gay: porque el espacio público y político no pertenece -- ya no debe pertenecer-- a la Iglesia; porque la decisión sobre el cuerpo y el amor es propia; porque el Jesús histórico trajo un mensaje de justicia e igualdad.
Esto no me hace una mala persona, la peor mujer, como me dijeron en Twitter.
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Gracias por lo que escribes, estoy comenzando a leer tu blog y me parece muy interesante tus temas... Saludos desde San Miguel
Publicado por: Carlos | 09/07/2014 en 08:50 p.m.
Gracias a usted, Carlos, por leer.
Saludos hasta San Miguel.
Publicado por: Landsmoder | 09/09/2014 en 03:06 p.m.