El Salvador es esa madre que golpea y escupe pero añoramos que nos ame. Landsmoder (palabra noruega que significa "madre de la patria") será adonde deriven mis dolores y amores por la nación.

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02/06/2014 12:22:50

Muerto el perro, se acaba... el comunismo: El perro "Troski", instantánea de una polarización

Cuando era niña, un hombre mató a su perro llamado "Troski", porque creía que encarnaba el Comunismo. 

Esta es una instantánea sobre la polarización, encallada en la Guerra fría en El Salvador. 

I

 

Un hacendado ganadero tenía varios hijos, uno de ellos se casó con una doctora. Un día fueron a la hacienda y la doctora conoció al resto de la familia, los terrenos, el ganado Holstein, los caballos favoritos, el semental, los perros. Uno de los perros se llamaba Troski. La doctora sabía que toda su familia política estaba adscrita al pensamiento de derecha, así que le pareció una curiosa paradoja el nombre del perro, y se lo hizo saber a su suegro:

 

—Qué chistoso que su perro se llame "Trotski", como uno de los líderes de la Revolución rusa.

 

El suegro se desentonó, llamó al perro a un escapando de la hacienda, sacó su pistola, y lo mató.

 

—No voy a rendir honor a un comunista en mi casa -les explicó. 

 

II

A pesar de los años, tengo grabada en la memoria por lo simple y burda de su narración y por el peso simbólico de su desenlace. Esta instantánea sigue indeleble como una polaroid guardad en el álbum familiar de la historia nacional. Y tiene una tremenda vigencia en el retrato de la sociedad salvadoreña actual.

III

No sé en qué momento hubo un desplazamiento de "Trotski", el apellido del líder de la revolución rusa, a "Troski" y hubo además una oleada de perros de vigilancia nombrados así en El Salvador. He conocido varios perros Troski en mi vida. A lo mejor el nombre de los perros no esté ideológicamente vinculado a el personaje ruso -aunque sí fonéticamente-, pero la historia que conté sucedió en una familia cercana a la mía tiene y está enraizada en una estrecha relación el Trotski de la revolución rusa y en la interpretación del finquero en relación directa con el Comunismo, terror de la Guerra Fría.

 

IV

Este ejemplo puede parecer burdo, pero interesantísimo para pensarnos como país en perspectiva.

Estamos atravesando la etapa más polarizada de la historia del país; y sí, ocurre en la posguerra. Para muestra:

- Las elecciones presidenciales pasadas tuvieron dos vueltas, con diferencias mínimas entre FMLN y ARENA. En las elecciones de segunda vuelta, un momento del conteo preliminar de votos apuntó a un 50% de votos para ambos partidos; el margen de ganancia final del FMLN fue mínimo.

- El sábado 31 de mayo, antes de que Mauricio Funes terminara su gestión presidencial, un sector de la población realizó un desfile bufo para celebrar que Funes dejaba el poder. Ese día también murió la madre del aún presidente Funes; y el desfile pasó frente al hospital en el que el Funes esperaba el cadáver de su madre. No es una cuestión moral citar el desfile sino el extremo al que puede llegar la división de un país.

En ambos eventos, las reacciones públicas -ya lo público no concierne únicamente al espacio sino a la red- demuestran que hay una ceguera para enfrentar maduramente, con argumentos más allá de los insultos, los asuntos de la política de hoy. Si no me cree, revise las redes sociales de las últimas semanas, tiene ahí testimonios de sobra.

El ambiente vivido en el espacio público -ágora o muro- durante las campañas electorales, las elecciones y finalmente los días previos a la toma de posesión del nuevo presiente de la república, Salvador Sánchez Cerén, del FMLN, comprueba que la brecha de la polarización se ha convertido en un abismo.

IV

Después del aumento de asesinatos en El Salvador, un amigo leyó los comentarios de la noticia en medios electrónicos y no pudo concluir con una frase más contundente: "La polarización mató a la generación de postguerra". Y cuán sabio es. La polarización nos muestra como único camino al odio. La polarización no permite el diálogo, como sucedió precisamente cuando un hombre de derecha decidió matar a su perro porque tenía el nombre de un "comunista". 

La triste anécdota de la muerte de Troski puede ser una analogía burda, pero no estamos ya para tiempos de metáforas; en este país, no bastan. Hay que poner atención a su contendio simbólico para comprender los absurdos y peligrosos niveles que puede alcanzar la polarización en una sociedad. El Salvador parece un trauma post Guerra Fría.  

La historia de Occidente, de la que heredamos parte de nuestro pensamiento simbólico, ha demostrado la angustia y el miedo que provocan verse al espejo. El espejo nos muestra -como a la Madrastra de Blancanieves- lo que no queremos ver. La solución alegórica sería quebrar el espejo -matar a Troski-, pero lo que vimos en él seguirá ahí.

No todos aceptamos nuestro autorretrato, como Van Gogh, que pudo pintarse atormentado y sin una de sus orejas. ¿Cuál será el retrato de esta generación, un espejo roto, la instantánea de un perro muerto por encarnar la irracionalidad de la polarización?  

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