Pieza restaurada con la técnica japonesa del kintsugi, en la que las rupturas son unidas con oro para embellecer y fortalecer.
Departure of the witches, Luis Ricardo Falero, 1878.
"País mío no existes
sólo eres una mala silueta mía
una palabra que le creí al enemigo.
—Roque Dalton, “El gran despecho”
Buscar una voz para una generación de posguerra se parece mucho a la acción de entrar a una iglesia pentecostal en la que hablan, sin parar, quienes han sido tocados por el Espíritu Santo. Y hablan tantas lenguas a la vez, conocidas y desconocidas, tan disímiles, tan convergentes en el gemido o en el llanto, tan únicas y suyas.
La revista Punto de Partida de la Universidad Autónoma de México publicó en su edición de enero-febrero de 2016 un dossier de poesía salvadoreña. Fui encargada de seleccionar la obra poética y gráfica y comparto el texto introductorio a esa colección.
"Todos nacimos medio muertos en 1932", dice en un poema Roque Dalton, otra figura que ha sido apropiada por el partido FMLN, a pesar de las paradojas y la impunidad de su asesinato, surgido en el seno de la misma izquierda.
Documental "1932: cicatriz de la memoria", del Museo de la Palabra y la Imagen.
I
Mi abuelita Iya, mi bisabuela, nacida en 1904 en Piedras Pachas, Izalco, solía contarme sobe "la matanza", lo que ella llamaba "la guerra" y "la entrada del comunismo". Ella, con mi abuela de meses en sus brazos, bajó en enero de 1932 de su casa en Dolores Izalco hacia el desvío hacia Sonsonate para buscar leche, se le había secado el pecho para amamantar a mi abuela. Cuando llegó a Asunción, vio zanjas con gentes, y gentes deshechas: ojos, intestinos, hígados, vísceras. Todo esto me contaba la Iya y yo creía que era un cuento más de los que se inventaba, siempre me contaba un cuento antes de dormir.
Un día, el año 2000, en una vigilia de los mártires de la UCA, entré al auditorio Ignacio Ellacuría: ahí estaba Santiago Consalvi, presentado 1932, Cicatriz de la memoria. La Iya había muerto en 1992 y lo que me había dicho era verdad.
Después de ese encuentro con la memoria de 1932, yo entré en una búsqueda, personal y bibliográfica, medio obsesiva, al punto de que uno de mis trabajos de graduación de la UCA fue precisamente sobre la manipulación de la prensa salvadoreña alrededor de la matanza en enero de 1932.
La posguerra propició, después de 50 años, que la producción académica y los intereses sobre la memoria y la historia oral finalmente se dedicaran a despejar las sombras que los mitos habían levantado sobre la matanza de indígenas de enero de 1932, en la zona occidental del país. También esta floración académica desató jardines fértiles alrededor de lo emotivo que fueron usados por instituciones y personajes con fines menos académicos.
La matanza de 1932 tiene un gran componente simbólico y este simbolismo deviene en lo emotivo. Eso mismo es lo que nos lleva a apropiarnos de un hecho, la empatía con los que sufrieron y desaparecieron, con la identidad que sentimos arrebatada, y esa emotividad lleva en algunos casos a la necesidad de luchar contra la impunidad en uno de los países más impunes de América Latina.
II
Cada aniversario de la matanza, en las redes sociales leo opiniones demasiado ideologizadas para explicar este hito histórico. Y aunque mi bisabuela vio la matanza y eso me conmueve y es parte de una historia en mi familia no puedo dejar de mirar hacia los usos de la historia que distintivos partidos le dan y sobre todo comprender lo bien que viene a un partido político apropiarse de esta tragedia para fundar una genealogía trágica.
La fundación de esta genealogía trágica ha convertido a 1932 en una mitología; al introducir mito en este planteamiento no niego la matanza, al contrario se expone su sedimento en diferentes narrativas; el mito es, precisamente, una narrativa que se construye, y las formas de la construcción de la narrativa de 1932 desde un partido político han sido erigidas de manera mítica, no historiográfica.
Hay un alto importante que hacer en el discurso: y es que la revuelta de 1932 tuvo un altísimo grado de componente étnico, los levantados eran indígenas, quienes, mayoritariamente, trabajaban como peones en las fincas de café en el occidente del país. La discusión de lo étnico es también una discusión de lo político, pues la revolución, que teóricamente debía ser realizada por el proletariado, se encontraba en Centroamérica -y también en China- con otro escenario: con un proletariado incipiente, de sistemas casi pre-industriales, y que rompía al menos con el modelo. Estas discusiones entre indígena-campesino-proletario eran importantes en la circulación de las ideas de la época, y todavía son importantes en la construcción del discurso de la izquierda en El Salvador, y con ello en el devenir de una identidad étnica con la que el partido no se vincula en la realidad.
Cuando trabajaba como periodista, yo sostenía que 1932 había eliminado toda huella de identidad originaria. Pero en uno de mis reportajes sobre el cementerio de Izalco, revisé los libros de enterramiento; en otro reportaje sobre cofradías, revisé las listas de miembros; en otro reportaje, revisé actas de nacimiento. En estas documentaciones y en las cruces del cementerio encontré familias enteras con sus apellidos de origen náhuat, encontré también nahuablantes hablando en extrema pobreza, como había reportado el Informe sobre los pueblos indígenas en El Salvador en 2004. Encontré también resistencia y honorabilidad en los grupos indígenas que habían sido ignorados por todas las políticas nacionales. Entonces, comenzó a resquebrajarse ese mito.
Como historiadora, reviso constantemente trabajos historiográficos. A pesar de la rigurosa producción de los últimos quince años, el periodo de Hernández Martínez es aún una nebulosa para la historiografía, almidonada con los mitos de la teosofía, las aguas azules y la extrema maldad del general fascista, que algunos investigadores como Rafael Lara Martínez han intentado problematizar.
También, muchas investigaciones, salvadoreñas y centroamericanas, han seguido las trayectorias e itinerarios de militantes comunistas salvadoreños, entre la circulación de ideas y las acciones políticas. Antes del supuesto parteaguas de 1932, el Partido Comunista por ejemplo pudo inscribirse a elecciones y en la década de 1920, los militantes comunistas salvadoreños se reunieron en Guatemala con otros militantes, hondureños y guatemaltecos, con la intención de fundar un Partido Comunista Centroamericano, como demuestran los trabajos de Ricardo Melgar Bao y Arturo Taracena.
La fiebre anticomunista en América Latina es una realidad, también la persecución política; estos elementos son tendencia en los procesos políticos continentales pero digamoslo así: desde el FMLN, la matanza de 1932 es una construcción de narrativas posteriores, con el lenguaje de la Guerra Fría.
III
La matanza de enero de 1932 es una TRAGEDIA, pero también se ha transformado en un mito que ha sido bien aprovechado por los partidos políticos, sobre todo por el FMLN.
ARENA, en su fiebre anticomunista de Guerra fría, inicia su campaña tradicionalmente en Izalco, precisamente el sitio más emblemático de la matanza, y que concuerda con su violento discurso del himno: "El Salvador será tumba donde los rojos terminarán". El FMLN, por su lado y con un aumento en los últimos años, también usa la matanza para consolidar su propia mitología. Esta postura ha sido criticada desde varias perspectivas, desde la activista hasta la académica.
Virgen del Tránsito, de la Iglesia de la Asunción, de Izalco.
Dedicado a nuestro profesor de la UCA, José Manuel González, coordinador de la Lic. en Comunicaciones, quien fue asesinado ayer.
Ante ese escenario, reproduzco el texto que publiqué en El Faro en noviembre de 2013, sobre el incendio del archivo de ProBúsqueda.
Mural sobre niños desaparecidos en la guerra civil en las oficinas de Probúsqueda. Foto de Alex Montalvo, tomada del blog UnfinishedSentences.Org.
Continuar leyendo "Incendiar el futuro, las memorias de noviembre" »
La identidad salvadoreña -trazada entre violencia, globalización y pobreza- se aferra a sus símbolos más cercanos. Y en el campo de lo simbólico la música es lo que en efecto resuena en las soledades de la emigración o el exilio.
"Barato", Raza band, 1994.
No hablo desde la ideología o el pacto partidario, no se sofoquen, amigos. Hago una pregunta desde la escritura de la Historia.
El título de este artículo retoma la pregunta de la obra de teatro ¿Quién teme a Virginia Woolf?, que a la vez retoma la idea de la canción infantil ¿Quién teme al lobo feroz? La pregunta por el temor es la pregunta por el control de las memorias y su transformación en la historia oficial de un partido que quiere ser la historia oficial de un movimiento político.
No se sofoquen, de nuevo, amigos partidarios, aquí nadie cree que el partido en el gobierno sea un lobo feroz. Ese discurso debería quedar guardado en el congelador de la Guerra fría. No lo abran, por favor.
Continuar leyendo "¿Quién teme al lobo feroz? ¿Quién escribirá las historias de la Izquierda? " »
Escribo este texto con la intención de comprender a Roque Dalton (1935-1975) en la posguerra: como símbolo de la impunidad dentro de la izquierda y como la construcción de una metáfora de país, un cuerpo desaparecido.
Roque Dalton, fotografía sin fecha del acervo del Museo de la Palabra y la Imagen.
Puede consultar más aquí.
Continuar leyendo "40 años sin Roque Dalton. Un cuerpo en la posguerra" »
Tengo miedo de estos apuntes porque tengo miedo de la bomba de tiempo -para usar el lenguaje bélico instalado- en que se ha convertido El Salvador. Los últimos días indican que el gobierno y los medios cayeron en la telaraña de lo contencioso y esa telaraña teje una ansiedad por la explosión de una guerra.
Caricatura de hoy, 21 de abril de 2015 de La Prensa Gráfica.
Primera guerra
La infancia.
Mi generación y yo crecimos en lo tácito. La incertidumbre vital ante la explosión de lo inevitable. Celebramos piñatas mientras los batallones masacraban civiles y vimos con asombro la incursión de la guerrilla en la ciudad. Aún años después, en nuestros colegios privados, nos ocultaron de la guerra. Yo comencé a pronunciar su nombre -pues ya lo había enunciado en secreto- al llegar a la mayoría de edad.
Guerra es una palabra que aprendí de niña y nadie me la dijo ni me la explicó. Jamás en mi familia la pronunciaron a pesar de las bombas en la ofensiva del 89. Atrapadas en casa, mi madre, mi padre y yo, oíamos las detonaciones. Entonces, dije a mi padre:
- No voy a desayunar, las monjitas me dijeron que viene el fin del mundo y hay que hacer ayuno.
- Aquí no hay fin del mundo -dijo él.
- Las monjitas dijeron que el fin del mundo empieza con una guerra.
- Aquí no hay guerra.
Si la mayoría de edad busca una forma de madurez, yo la encontré en la UCA, en el jardín de los jesuitas asesinados por el batallón Atlacatl y en los textos leídos y releídos del Informe de la Comisión de la Verdad. Cuando los comenté en mi casa se asombraron, porque es cierto, a pesar de la firma de los acuerdos de paz había tantas cosas que aún no podíamos nombrar.
Segunda guerra
Si durante las décadas de 1980 y 1990 nos costó tanto pronunciar la palabra "guerra", ¿por qué ahora es utilizada en medios, redes, sociales, opinión pública, con tanto desparpajo?
Mis interrogantes en esta búsqueda de la construcción de la nueva guerra parten de aquí: de la moneda común en que se ha convertido esta palabra, en la facilidad de pronunciar y pedir la guerra, aún sabiendo de dónde venimos.
*
La prensa
La guerra civil salvadoreña (1980-1992) se peleó también en un espacio de lo contencioso, entre la ideologización mediática y la idealización de varios sectores. Uno de ellos fue la prensa. Estamos ahora, 20 años después, enfrentándonos a la construcción del enemigo por la prensa, que cala profundamente en la opinión pública.
Si en la década de 1980 la prensa escrita construyó un enemigo terrorista, ahora está construyendo el enemigo pandillero. Y la prensa, en el devenir del tiempo, se convierte en fuente para las ciencias sociales, sobre todo para la Historia. Esta fuente nos entrega la riqueza del prejuicio y la construcción del poder -llámelo gobierno, llámelo bloques empresariales- y está instalada, en ambas etapas, en el lenguaje bélico. Es comprensible -que no justificable- encontrar esta instalación bélica en la prensa de los 80, porque estamos hablando de una guerra civil declarada, pero encontrarla ahora en la prensa escrita y televisiva es peligrosa, porque es la declaración de una guerra en la imaginación nacional.
El asunto no era entonces nuevo. Lo podemos rastrear en la construcción del anticomunismo en 1932.
En diciembre 1981, por ejemplo, La Prensa Gráfica publicaba una noticia sobre Morazán:
Inició ayer operación de contrainsurgencia de la fuerza armada.
Una operación militar de contrainsurgencia inició ayer el Ejército en todo el departamento de Morazán, en busca de reductos extremistas que hallan internados en espesas montañas de esa región.
Participan en las acciones de rastreo, efectivos de infantería, artillería y aviación, combinados con cuerpos de seguridad, Policía Nacional, policía de hacienda y guardia nacional [1]
Conocemos ahora el acontecimiento porque se ha convertido en el símbolo de las masacres civiles de la guerra salvadoreña. El 11 de diciembre, fueron asesinados mujeres, niños y ancianos en Morazán, en los cantones cercanos, entre ellos El Mozote.
Un caso más [2]. En 1980, el ejército también masacró civiles en Nueva Trinidad, Cabañas, pero la prensa construyó otro relato:
150 muertos en Nueva Trinidad.
Más de mil quinientos terroristas fuertemente armados asesinaron a 150 habitantes de la población de Nueva Trinidad, en Chalatenango, la madrugada del domingo anterior según voceros de la Fuerza Armada [3]
La Comisión de la Verdad reporta esta masacre civil, pero la prensa la hizo aparecer un enfrentamiento bélico en el que el enemigo estaba bien diseñado con todos los ingredientes de la Guerra fría:
Extranjeros
También explicaron que la mayoría de extremistas eran de un acento distinto al de los salvadoreños, y que al amanecer pudieron ver caras de hombres como si fueran panameños, cubanos o nicaragüenses.
En un camino vecinal, fue localizado el cadáver de un hombre con facciones afro-cubanas. Estaba en una hamaca, por lo que las autoridades sospechan que era comandante de algún grupo terrorista. [4]
No estoy haciendo este punteo para colocar a los pandilleros en la misma caja que las víctimas civiles de la guerra, sino para anotar las construcciones de la prensa frente a un enemigo.
En este sentido, encontramos una estrategia de lenguaje que hasta el más puro de los estructuralistas podrá validar. Y el ejercicio es el mismo estos días, en el tratamiento de varios medios sobre la incertidumbre y la tensión social respecto a las pandillas y la negociación de la tregua.
*
El gobierno
Su declaración era falaz (cuántas madres lloran por los hijos asesinados en un día, cuántas buscan de fosa clandestina en fosa clandestina una osamenta para vivir un duelo, cuántos huérfanos lloran a los padres y las madres). Pero lo que debemos tener en claro es que los medios sí están instalando a la guerra como tema en la opinión pública. Pongo estos ejemplos aquí, en un análisis sucinto y hasta simple, para evidenciar que los medios están construyendo la ansiedad por la guerra.
En los pocos días de esta semana, La Prensa Gráfica, El Diario de Hoy, La página, entre otros, han recurrido a estas caracterizaciones: "nueva guerra", apoyados en la brillante estrategia del gobierno de la creación de BATALLONES DE LIMPIEZA. Batallones del ejército salvadoreño destinados a la limpieza social.
Así, en esta espantosa teleología del supuesto conflicto bélico, El Diario de Hoy tituló hoy: MS-13 y mara 18 planean unirse para enfrentar al Estado. Vamos a encontrar más noticias que están buscando explotar la guerra en la opinión pública. Ya, desde hace años, si uno escudriña las noticias comentadas en los medios digitales, una población que tiene acceso a redes sociales e internet y que escribe desde el anonimato pide la limpieza social, el extermino y la guerra.
El lenguaje del odio, el vocabulario bélico, la institucionalización de la violencia se normalizan de nuevo en la prensa y se convierten, entonces, en la moneda de cambio, en el sentido común de una población atormentada por la pobreza y la desigualdad y en una discusión de clases no saldada, que lleva a un discurso de rabia y venganza.
Pero ahora es serio.
Tercera guerra
La ansiedad por la nueva guerra
Tenemos que apuntar varias cosas antes de pronunciar de nuevo guerra en estos días.
¿Por qué la gente mata? ¿Por qué la gente cree que la única solución es matar al otro? ¿Quién es, claro, esta gente?
Durante un par de años he asistido, aterrada, a los comentarios en redes sociales y en medios de comunicación en línea. Ahí, se pide sangre y venganza, se pide guerra, efectivamente. El asunto es que un sector de la población vio cristalizarse su ilusión en los nuevos rumbos de la política de seguridad del gobierno actual.
Anoche me aterré de nuevo, la pregunta que me rebotaba en la cabeza era esta: ¿Por qué un gabinete del Fmln ve en la militarización la solución a la violencia? No deja de dar escalofríos que un comandante guerrillero firmante de la paz recurra ahora al ejército como comandante general de la fuerza armada y ordene la limpieza social. Nuestro destino de ouroboro nos muerde la cola: si el Fmln logró desarticular la estructura militar contra la que peleó la guerra civil, ahora la reafirma. Legitima la violencia.
Yo no tengo las respuestas, ni siquiera las preguntas correctas. Pero creo que lo que hay que mirar y evidenciar es que el Estado está avalando el terrorismo, en el sentido de "espera tener éxito principalmente mediante la amenaza o el uso de la violencia”[1].
Comprendo las ansias por seguridad y justicia, el miedo de salir de la casa, el ver morir a un familiar, a un amigo, por un celular o por una cora ($0.25). Hoy más que nunca la vida no vale nada en El Salvador. Pero me asombra y me constriñe que el gobierno vea una alternativa tan violenta que costará la vida de muchos, más que los 16 muertos diarios.
Estamos asomándonos al horror y estamos empujados por el rumor y la ansiedad de la opinión pública, en el sentido de pensar que lo que vemos en los medios y las redes sociales sea lo que piensa, siente y desea una gran parte de la población. Pero pido mirar atrás.
Pido mirar todos estos síntomas en el espejo de la Historia. Yo sí creo que la Historia nos da dignidad y por eso no la estudiamos en los programas privados y públicos en la educación salvadoreña; yo sí creo que la dignidad nos habría ayudado a comprender nuestros procesos y achicar los abismos del odio de la posguerra. Todavía podemos buscar esa dignidad -aunque me responderán: quién quiere dignidad cuando lo que quiere es salvar la vida-.
Crecimos durante la guerra y jamás comprendimos la posguerra. No creo que este torbellino de sangre deba combatirse con más sangre. Me niego a pensar que la condena de El Salvador, como nación y como cultura, sea la de morderse la cola hasta que no quede nada.
[1] O’Sullivan, Noel, "Terrorismo, Ideología y Revolución", Alianza Editorial, Madrid, 1987, pag. 2
[2] La Prensa Gráfica, miércoles 9 de diciembre de 1981, p. 3.
[3] Estos casos son parte de uno de mis trabajos de maestría: "Qué se decía y cómo se decía sobre la guerra en El Salvador (1980-1992). Una revisión sobre la represión a través de notas de prensa", para el seminario de la Dra. Lola Ferrero Blanco, de la UHU, España.
[4] La Prensa Gráfica, 3 de febrero de 1980, portada.
[5] La Prensa Gráfica, 3 de febrero de 1980, p. 41.