Ha pasado mucho tiempo desde mi último post. Un nuevo trabajo ha absorbido mi tiempo libre de forma vertiginosa, pero hoy, después de pasar unos cuantos días encerrada, corrigiendo 182 exámenes, leyendo varios trabajos finales de máster, revisando la edición de un libro y dos artículos, me entró un tremendo remordimiento por no haber escrito algo en este espacio que tan generosamente me ha brindado El Faro. Lo cierto es que en estos momentos es poco lo que realmente puedo contar, y tampoco quiero referirme al estado nefasto en que se encuentra nuestro país, ni a las terribles noticias que brotan por el mundo, aspectos preocupantes que converso a diario con mi familia, amigos y colegas; pero considero que hay personas que saben escribir sobre eso mejor que yo. Así las cosas, decidí que esta vez voy a ofrecer una especie de potpourri sobre varias experiencias cinematográficas y musicales que en los últimos meses le han dado color a mis horas fuera de la universidad y la biblioteca. No hay esnobismo en esto, se los aseguro; lo escribo porque quiero compartir con ustedes estos pequeños momentos de ocio. Es posible que ya conozcan estas películas y esta música, pero quizá, al igual que a mí, les hagan olvidar (pero como forma de resistir), por un momento, el ruido y el olor a podrido que reina allá afuera (aunque, al final, las películas y la música hablen de eso que allá fuera nos muerde a todos).