Retrata a personas entregadas apasionadamente a su vocación, sea cual sea. Artesanos, científicos, arquitectos, artistas, jueces, atletas, cocineros, acróbatas: es igual. Lo que importa es destacar su historia de amor (o desamor) con su vocación.

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06/10/2014 11:56:22

Un moribundo eternamente vivo

 

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Hans Christian Andersen. Autorretrato, 1830. Copyright © Det Kongelige Bibliotek, Copenhagen (Denmark). http://www.bl.uk/onlinegallery/features/andersen/hcaselfportraitlge.html

Es una noche de primavera en la Copenhague del siglo XIX. Están en una casa iluminada por muchas velas, de todos los tamaños. Se escucha el sonido áspero del papel mientras unas tijeras lo recortan dándole forma de árbol. Pero ese sonido, aunque seco, endulza el silencio y acoge los suspiros contenidos de varios adultos sentados sobre cómodos sofás y de varios niños tirados al azar sobre el suelo. El público atento escucha e imagina una luna instalada en el cielo que narra historias seductoras a un joven y pobre pintor, un muchacho que vive en la última planta de una casa situada en la callejuela más estrecha de una ciudad escandinava. En realidad no es solo la voz del papel lo que sobresale, ni es eso lo que lleva al público a imaginar ese pobre pero privilegiado pintor que recibe historias maravillosas de la luna. No. Lo que sobresale es la voz de un hombre que sabe como nadie contar historias. Su nombre: Hans Christian Andersen.

Andersen, nacido Odense el 2 de abril de 1805, es autor de una extensa obra que comprende no solo sus legendarios cuentos (llegó a escribir más de 160, entre ellos “El traje nuevo del emperador”, “La pequeña cerillera”, “El soldadito de plomo” y “Las zapatillas rojas”), sino también poesía, novela, teatro y autobiografía. La extraordinaria popularidad que gozó en vida fue gracias a aquellos cuentos dirigidos, en principio, a los niños, aunque a menudo esos relatos también admiten diversos niveles de lectura y distintas interpretaciones, incluso relacionadas al psicoanálisis (por ejemplo, recordemos la interpretación de “Las zapatillas rojas” que hace la junguiana  Clarissa Pinkola Estés en Mujeres que corren con los lobos). Uno de los libros más célebres del danés, y uno de sus preferidos, fue Libro de imágenes sin imágenes, después publicado bajo el título Diálogos con la luna. Este libro establece una obra autónoma ya que, además de cuentos, recopila estampas de viaje, relatos polémicos y sociales, recreaciones históricas, narraciones presentadas de forma bastante “visual”, creando así una especie de fresco, ingenioso y vivaz: a lo largo de treinta y dos noches, la luna narra a un joven pintor solitario lo que ha visto por el mundo la noche anterior.

Mezquita con minarate hecha en 1859
Mezquita, 1859. The Amazing Paper Cuttings of Hans Christian Andersen: Beth Wagner Brust, Hans Christian Anderson (Houghton Mufflin Co.: Boston, 1994)

El autor danés tuvo otro destacado talento: fue artista plástico. Dibujó, hizo collages, títeres y teatros de marionetas. No obstante, lo que más se recuerda de esta faceta son sus fantásticos papeles recortados. Se dice que llegó a hacer centenares, algunos incluso hablan de miles. Como sabemos, en la sociedad de su tiempo, la gente se distraía por medio de juegos y pasatiempos que suponían el contacto social, por ejemplo, juegos de mesa, lecturas en voz alta, narraciones de cuentos e historias o, sencillamente, el grato placer de la conversación. Puesto que Andersen era un autor muy popular, era invitado frecuentemente a cenas y fiestas y, a petición de invitados y anfitriones, solía contar cuentos durante esas reuniones que dejaban fascinados a adultos y niños. A veces eran historias improvisadas pero generalmente narraba sus cuentos más conocidos. Mientras los relataba, el danés iba recortando figuras en una hoja de papel con unas grandes tijeras; cuando llegaba al final de su relato, mostraba a los presentes esos magníficos papeles recortados. Cuentan que sus manos se movían imaginativas, intrigantes, manipulando las tijeras y despertando la curiosidad de los espectadores. Los papeles se convertían en cisnes, elfos, chimeneas, bailarinas, diablos, ángeles, árboles, sirenas, castillos, o también en figuras extrañas, como flores con piernas y botas. Muchos de los que presenciaron ese pequeño espectáculo durante su infancia, lo siguieron recordando maravillados en la edad adulta. Hasta el día de hoy, se han conservado unos 250 papeles recortados, hecho sorprendente considerando la fragilidad del material y, además, que al final de la velada se daban a los niños para que jugaran con ellos.

Es una noche de primavera en Copenhague. Andersen, armado de tijeras y papel, lanza sus frases vigorosas bajo la luz de las velas. Los niños no saben que ese hombre de voz, imaginación y manos veloces, padeció pobreza en su infancia, llegando incluso a mendigar y a dormir en la calle. Su padre era un enfermizo zapatero instruido que solía leerle Las mil y una noches; su madre era una lavandera protestante quien le sirvió de inspiración para escribir “La cerillera”, por la pobreza en la que vivía, y “No sirve para nada”, por el alcoholismo que ella padecía. A los once años, cuando muere su padre, el futuro escritor debió abandonar la escuela y, sumido en la más absoluta de las miserias, encontró refugio en los libros, leyendo todo aquello que caía en sus manos, aunque quedó particularmente embelesado por las obras de William Shakespeare, Goethe, Schiller y Hoffmann. En 1827, con 22 años, Andersen logró publicar su primer poema, “El niño moribundo”, en la entonces prestigiosa revista literaria Kjøbenhavns flyvende Post.

Bailarines
The Amazing Paper Cuttings of Hans Christian Andersen: Beth Wagner Brust, Hans Christian Anderson (Houghton Mufflin Co.: Boston, 1994)

Andersen también padeció soledad en sus años adultos; sufrió varios fracasos amorosos y nunca fue plenamente correspondido en el amor, ni cuando se enamoró de mujeres ni cuando se enamoró de hombres. Cerca de 1850, escribió esta súplica en su diario después de recibir el rechazo de una joven: “Todopoderoso Dios, tú eres lo único que tengo, tú que gobiernas mi sino, ¡debo rendirme a ti! ¡Dame una forma de vida! ¡Dame una novia! ¡Mi sangre quiere amor, como lo quiere mi corazón!” Más adelante, en 1863, después que se disolvió su relación con Harald Scharff, un joven y hermoso bailarín de la compañía del Teatro Real de Copenhague, Andersen anotó en su diario: “No puedo vivir en mi soledad, estoy cansado de la vida”.

Pero a pesar del cansancio y del sufrimiento, en esa noche primaveral, su ágil voz y sus mágicas manos continúan manteniendo a niños y adultos en estado de encantamiento. En la historia que cuenta esa noche, la luna sigue conversando con el solitario pintor: "Anoche –son palabras de la luna– cruzaba el cielo límpido de la India. Mi rostro se reflejaba en las aguas del Ganges y mis rayos intentaban atravesar el espeso ramaje de los bananos, que se arqueaban debajo de mí como el caparazón de una tortuga".

Un día de 1872, Andersen cae de su propia cama al suelo y sufre graves lesiones. Poco después, muestra signos de un cáncer de hígado. El 4 de agosto de 1875, a los 70 años, muere en Rolighed, una casa ubicada cerca de Copenhague y perteneciente a uno de sus más cercanos amigos. Dicen que a la hora de la agonía, guardó en su pecho una larga carta escrita por una chica llamada Riborg Voigt, quien fuera uno de sus grandes amores de juventud. ¿Habrá soñado por última vez con la posibilidad del amor? No lo sabremos jamás. Pero la certeza que nos queda es la pasión con la que movió sus manos para recortar y escribir la melancolía y los deseos reprimidos, sobrellevados gracias a la fuerza de la imaginación.

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The Amazing Paper Cuttings of Hans Christian Andersen: Beth Wagner Brust, Hans Christian Anderson (Houghton Mufflin Co.: Boston, 1994)


Fuente: H.C. Andersen. Diálogos con la luna. Libro de imágenes sin imágenes. Trad. Esteve Serra. Barcelona, José J. de Olañeta, Editor, 2010.

 

Comentarios

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Muy interesante, nunca me hubiera imaginado que un genio del cuento tubiera esos dotes manuales.

Es increible como Hans Christian Andersen nos retrta historias que, aunque ocurridas mucho tiempo atrás, aún pueden ser revividas en esta época.

Por ejemplo, "No es buena para nada", que relata la vida de un niño con madre alochólica, puede ser perfectamente extrapolada a nuestros días y ojalá tubieran el desdichado y feliz final de esta historia.

Gracias por compartir a través de este espacio esta biografía.

Gracias a usted por su comentario. Yo también quedé cautivada por esos dotes manuales.

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