Me aferro a creer que tiene sentido venir a contarles historias de niños no sólo por diversión o enternecimiento. Me aferro a creer también en estas historias como mi propio intento de mirar con los ojos de ellos.

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01/02/2016 11:56:57

Ladrón bueno

Niño dos

El año pasado retomé un taller de teatro para niños en una comunidad de la que acá no importa mucho el nombre. La maestra anterior ya no podía encargarse de él y me lo delegó advirtiéndome de algunas cosas: de la comunidad y sus muchachos, del salón para dar la clase, del calor sólido y aplastante, de la pobreza (sólida y aplastante), de las clases canceladas por episodios de esos que llenan las páginas de los periódicos, de los niños.

Así era todo más o menos, como en la advertencia. Hacía un calor pegajoso en aquel salón y en aquellas calles estrechas, era, en efecto, una comunidad complicada, un grupo complicado, unos niños bastante inquietos. Uno de ellos, Anderson, tenía 12 años y la maestra anterior me lo describía a él y a su hermana menor como niños violentos, reacios a hacer los ejercicios y muy conflictivos con sus compañeros. Me contaba, la maestra anterior, que al parecer vivían con su abuela y su papá, que al parecer su mamá los había dejado hacía ya algunos años.

He de decir que Anderson estaba casi todo el tiempo a la defensiva, decía cosas feas a su hermana, mostraba un desdén casi generalizado con todos. Me costaba Anderson, mucho más que los otros.

Al cabo de unos sábados, después de juegos, pláticas y risas, los enanos comenzaron finalmente a integrarme a la manada. Me regalaban abrazos y conversaciones. Todos menos Anderson. Él era el único que no me aceptaba nada. Yo lo intentaba cada sábado como una necesidad, como un reto o como un duelo. Pero nada. Nada. Rechazo.

He de decir también que Anderson siempre llegaba al taller, he de decir que disfrutaba hacer las improvisaciones, he de decir que era muy bueno, muy ocurrente y muy seguro en esos juegos de pretender ser alguien más en una situación imaginaria. 

En esos días en los que las improvisaciones iban saliendo más brillantes que nunca, creyendo en vano en que eso cambiaría algo, hice lo que después decidí que sería mi último intento. Llegué al taller a la hora acostumbrada y saludé a todos de la misma manera. A todos y a Anderson.

─ Deme un abrazo, pues ─ dije mientras me acercaba con cálculo abriendo los brazos.

Anderson me rechazó de inmediato dando dos pasos hacia atrás al tiempo que decía:

─ ¡No! Le meto un cuchillo y le saco las tripas.

No recuerdo si le reclamé o le hice algún comentario. Lo que sí recuerdo es que lo vi fijo a los ojos como pidiéndole algo que ya no era el abrazo y él bajó la vista y se fue.

De aquellas improvisaciones divertidas armamos una pequeña obra de teatro sobre un mundo al revés en el que los ladrones regalaban cosas a la gente y otros disparates similares. A Anderson le tocaba interpretar al ladrón generoso que asustaba a las señoras del vecindario y les obligaba a tomar unos bolsos muy lindos que llevaba con cariño para ellas.

Para el día en el que presentaríamos la obra en un gran festival nacional de niños y jóvenes,  le corté un chirajo de tela negra y le hice una máscara de ladrón como las que usan en las caricaturas. Se puso un sobretodo negro y un sombrero que encontró en una caja de vestuario. Y sonrió. 

Pero no presentamos la obra al final. No pudieron llegar todos los enanos porque no cabían en el transporte (y no había otro). Entonces, a los que sí llegaron, para que no se quedaran sin hacer nada, los metieron así con sus vestuarios en la presentación del grupo de comparsa y desfilaron, saltaron y bailaron al son de una batucada. Alguien les dio confeti para tirar a la gente mientras saltaban, pero la mayoría era muy tímida y decidió quedarse al margen. Menos Anderson, que parecía resorte. Había confeti suficiente para llenar a todo el público tres veces. A alguien se le ocurrió que era muy importante tirar todo ese confeti, que había que sorprender al público tirándole confeti y que había que hacerlo con empeño. Pero se necesitaban manos y actitud y los demás eran muy tímidos. Sólo Anderson, vestido de ladrón bueno se lo tomó en serio. Y lo notó todo el mundo, sus compañeros lo notaron, los encargados lo notaron. Anderson estaba haciendo algo importante y lo estaba haciendo muy bien.

Fuimos a tomar un descanso y Anderson se apoyó contra un poste, jugando consigo mismo, con su máscara de trapo, su sobretodo, su sombrero y la memoria del confeti entre sus manos. Le tomé una foto sin que se diera cuenta y se la mostré. Quería abrazarlo, decirle que lo había hecho todo muy bien, preguntarle si se había divertido, reírme con él, pero sólo se me ocurrió mostrarle la foto para que se reconociera.

─ Mire que misterioso se ve ─ dije como pidiendo permiso.

─ Seño, ¿por qué tomo esa foto? Bórrela, seño, bórrela─ insistió con una sonrisa nerviosa, como de vergüenza. Y borré la foto frente a sus ojos. Y sonreí.

Todavía no sé si fue la capa, la máscara, tanto confeti o la foto; no sé si fue la corrida, el paseo o los halagos, no sé; pero el sábado siguiente, a la hora acostumbrada en punto, Anderson estaba en el portón que da a la calle, yo llegué y él salió directo a recibirme.

A recibirme, sí. Con un abrazo.

Comentarios

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Tiene mucho sentido que cuentes historias de niños y niñas... porque ellos son el motor de la vida! Gracias por compartirnos tus historias. Ya me hiciste llorar con la primera, creo que me he enganchado con tu blog!

este es un mejor mundo con gente como usted.

Amo las historias de los enanos.......

Bendiciones a ti, gracias por hacer esto, por compartirlo. Espero que este mundo te de muchas alegrías a cambio de este trabajo!

Miguel, este será un mejor mundo, cuando más niños como Anderson tengan más oportunidades felices. Gracias.

Tercer grado, año 2008 (El Circo).
En la publicación del Faro, vi su nombre, me pareció conocido, vi su foto y el título del texto redactado, lo tenía que leer.
Hace más o menos nueve años, tenía el honor de recibir clases de danza con usted, recuerdo la última actividad del año hecha con esta materia, fue un circo con toda primaria, fue ese año en el que me di cuenta que me encantaba actuar. Pero no me hubiera dado cuenta si no hubiese sido por usted, las formas en como facilitaba las clases, un sistema de educación abierto, que nos motivaba a imaginar, pensar y crear. Algo que sin duda en ml colegio nunca nos han inculcado.

Lastimosamente, por las mismas injusticias a las que nos enfrentamos en la vida, usted ya no siguió con nosotrxs. Digo lastimosamente con un profundo dolor en mi alma, porque se ha perdido un talento excepcional.

Pasó el 2008, el sistema educativo que el colegio tiene como "excelente" siguió igual, crecimos en ese ambiente en el que nos enseñaron a obedecer y en el que solo hay una respuesta correcta para todo. Nos educaron en un sistema opresor en el cual nos limita a crear, a interrogar y a conocer la realidad.

Pasaron los años, muchxs y casi la mayoría de estudiantes sigue encerradxs en una burbuja que el mismo sistema ha creado, pasaron los años este es nuestro último año en el colegio y solo luchamos por cosas superfluas, pasaron los años me encuentro con su blog y me doy cuenta de cómo la institución dejó ir tanto talento, pasaron los años me recuerdo de mí misma a los ocho años y veo a aquella persona que descubría que le gustaba actuar pero que no continuó porque cerraron su imaginación sin darse cuenta, pasaron los años e imagino cuántxs no pudieron descubrir que les gustaba actuar, pasaron los años, de ser la persona de 8 pasé a la de 17, ahora, me encuentro luchando contra este sistema desigual y estratificado.
Pasaron los años, me doy cuenta que relata las historias de las que conoce y se da cuenta en su enseñanza, pasaron los años le cuento por este medio una que tal vez nunca se hubiera imaginado que existía.
Pasaron los años y la/el niñitx de 8 años la motiva a seguir desencadenado la imaginación, el arte, la creación y las ideas más locas pero con más razón y sentido que se pueden encontrar en un niñx de ocho años.

Esos años del circo fueron el descubrimiento. Profundamente conmovida por este comentario. Mil gracias.

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