En una antigua leyenda maya dos chicos juegan con una pelota. Los señores del inframundo, molestos por el ruido, matan a los muchachos dejando sus restos en medio del monte. Algo similar ha ocurrido hace solo unos días en Ciudad Delgado...
La mayoría de los habitantes del planeta cree que hay vida después de la muerte. Las ideas sobre la reencarnación, la resurrección y el renacimiento aseguran que el espíritu de las personas vuelve a la vida o aparece en distintos cuerpos. Si me tocara colarme en la piel de los hombres que nunca seré, como dice la canción, yo escojo la del pirata cojo.
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La presencia de las iglesias en el espacio político nos debe hacer recordar que al Estado le corresponde garantizar la laicidad en el ejercicio de la función pública.
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Óscar Romero, oficialmente, es un mártir de la Iglesia católica. Son muchos los que aseguran que hace milagros. Milagros pide el pueblo desesperado: curaciones.
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A un costado de la iglesia de Santa Catarina, un colorido mural hecho con azulejos y espejos recuerda a los 140 niños y niñas asesinados en diciembre de 1981, en ese preciso lugar, el centro del caserío El Mozote. La memoria es un rompecabezas. En los últimos tres años me he encontrado con que las puertas de esa iglesia, invariablemente, permanecen cerradas. Para hacer la foto que ilustra este texto, tuve que saltar sin permiso la verja que rodea el mural.
Los niños y las niñas se encuentran entre las víctimas favoritas de la violencia, las guerras, los traficantes de órganos y hasta del mismísimo Todopoderoso. Signo de que se vive en sociedades que han tocado fondo es la irrupción del desprecio hacia la vida de los niños.
No voy a agregar más piropos a los que medio mundo ha lanzado sobre la selección tica. Tampoco hablaré de fútbol. Escribo solo para contarles el maldito presentimiento que me fulminó cuando miré a los muchachos hincados sobre la gramilla.
Lo que voy a contarles tuvo lugar en una aldea, en las afueras de Antigua Guatemala. Un indio hizo realidad el sueño de los lugareños: tuvo sexo con la imagen de la Virgen de la Concepción. Aprovechando la oscuridad, entró al templo y se la llevó en brazos hasta su choza. Como lo comprobaron horas más tarde los habitantes del pueblo, la patrona no opuso ninguna resistencia.