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Mis admirados Claribel y Sergio:
Les escribo desde el vecindario centroamericano para expresarles mi orgullo y admiración. Puedo imaginarme sus cuentas de correo abarrotadas, y sus teléfonos sonando al más no poder con llamadas de toda la gente que desde muchas partes del mundo está felicitándoles por los merecidos premios literarios a los que se han hecho acreedores.
La recepción de Claribel del Premio Reina Sofía y el anuncio de que Sergio se hizo acreedor al Premio Cervantes me hicieron recordar a Darío que, para usar una cita de Paz, encabezó un movimiento, el modernismo, que fue una escuela poética, una escuela de baile, un campo de entrenamiento físico, un circo y una mascarada.
En nuestros días, los grandes movimientos literarios están a la baja. Ahora son los publicistas quienes idean frente a sus computadoras fantasiosos agrupamientos y tendencias, con fines eminentemente mercadológicos; flores de un día que se marchitan a la velocidad de la luz.
De Nicaragua nos llegan, sin embargo, las buenas noticias. La poesía y la narrativa en español tienen en ustedes a dos inmensos palos de guanacaste: serenos, intensos, erguidos frente al tiempo. Yo he tenido la suerte de cobijarme en su sombra y gozar de su afecto. He tenido la suerte, vuelvo a decir, de conocerlos no solo como gigantes literarios sino como entrañables personas que han dejado marcas indelebles en mi vida.
A Claribel la conocí, primero, a través de cartas que intercambiamos entre San Salvador y Deià. Meses más tarde nos encontramos, con ella y Bud, en San Salvador y, desde entonces, he tenido la dicha de tenerla a mi lado en diferentes momentos. Ni siquiera la guerra civil me impidió enviarle pequeños recados a Nicaragua. Quiero jactarme de mi suerte diciendo que en algunas ocasiones la he tenido como mi confidente. Ella sabe que la amo con intensa locura y que su casa siempre es y será una parada obligatoria en mis andares.
A Sergio lo conocí en persona cuando vino a San Salvador a presentar la novela con la que ganó el Premio Alfaguara. En una de las primeras oportunidades que tuve de recibirlo en mi casa, con Tulita, su esposa, le puse al frente una torre de libros suyos, reunidos a lo largo de los años, para que me estampara su firma en cada uno de ellos. Sergio estuvo entre las tres primeras personas que leyeron el manuscrito de mi primera novela. “La he revisado como si fuera una de mis novelas”, me escribió cuando me la devolvió con notas, sugerencias y exclamaciones. Lo cuento como prueba de su enorme generosidad.
Ustedes entenderán mejor que nadie, queridos y admirados maestros, jóvenes eternos, que esta pequeña postal es un gesto de gratitud por ser parte de mi vida y de mi familia. Esperando la primera oportunidad para abrazarlos.
El amigo imaginario by Miguel Huezo-Mixco is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License
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Alegría: por el reconocimiento de Sergio y Claribel.
Envidia: de MHM por ser su amigo.
Entusiasmo: por el brillo propio de dos de los grandes centroamericanos.
Admiración: de todos esos nicas extraordinarios: Rubén, Cardenal, Gioconda, M.Rivas, Coronel, los Cuadra, A.Cortés...
Publicado por: Alfonso Vilches | 11/21/2017 en 02:16 p.m.