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Un griterío de murciélagos se escucha por encima de las cabezas de un grupo de sombras que caminan a tropezones en medio de la oscuridad. Son migrantes vencidos a golpes. Vienen de Honduras, El Salvador, Guatemala. Bajan de un container. El suplicio ha comenzado. Estamos en el solar de El Teronaque. En algún lugar de México. Como ante las puertas del Infierno: allí no hay lugar para la esperanza.
Epitafio y Estela, personajes centrales del libro, son solo un eslabón de una larga cadena del tráfico de humanos, en la que participan el Estado, la policía, narcos, funcionarios públicos y eclesiales, y hasta poblaciones enteras. Habitan, para decirlo de alguna manera, en el lado del Mal. Entre ellos, sin embargo, existe una historia de amor insólita, estúpida y enternecedora, como las historias de amor.
200 mil migrantes cruzan México cada año, intentando alcanzar la frontera con Estados Unidos. Miles van a parar a fosas comunes o a centros de detención donde se pudren. Pero el peso de la trama de la novela corre a cuenta de los malos. Epitafio y Estela son dos perfectos hijos de puta, “muy chingones”, que están emocionalmente mutilados y esconden como pueden sus sentimientos para no quebrarse. Su relación es un forúnculo carnoso creado por el poder y la impotencia que los atenaza.
Emiliano Monge intercala frases tomadas de testimonios de migrantes que han sobrevivido a los abusos sufridos en México, como para hacernos recordar que la ficción que nos está contando, por increíble que parezca, está sostenida en historias reales. No solo eso, el autor introduce líneas de la “Divina Comedia”, de Dante.
Como un niño que juega con lodo, Emiliano mezcla la mierda con lo sagrado. Los nombres de los personajes provienen del rito funerario: junto a Estela (mortuoria) y Epitafio, están Sepelio y Mausoleo. El cura maldito se llama Nicho, y Cementeria es el nombre de la suicida. El Teronaque, El Paraíso, Ojo de Hierba, La Caída, El Tiradero y El Llano del Silencio son los topónimos de un mundo paralelo, metido en los recovecos de un paisaje de espectacular y espectral belleza. Como en “Pedro Páramo” de Juan Rulfo, o en “El tiempo principia en Xibalbá”, de Luis de Lión, la novela de Emiliano Monge altera la idea del tiempo y la realidad.
“Las tierras arrasadas”, publicado en México y España, y recibido con entusiasmo por la crítica de habla hispana, no debe pasar desapercibido por los lectores centroamericanos.
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Y q raro q en USA, ningun medio habla delas serios abusos alos migrantes centroamericanso q viven o psan por mexico. Y el gran escanadlo con TRump y el presi mexicano se reune con Trump para entregarle la tan "cacareada" dignidad soberana de mexico pra convertir a emxico en el muro de al muerte para los centroamericanos. Pasar por mexico,y llegar al USA para seguir agunatando tanto botudo,sombrerudo prepotente d esos q te quieren echar encima su gigantezcos camiones q disque se al pican de grandes capos,y terminan puros huesitos cuando les da el sida.Cada vezq oigo q algun huarcan arraso a mexico me causa volvera creer en al justicia divina...porq estoy convencido les guste o no les guste alos mexicanos DIOS AMA a los guanacos,sufridos sacrificados,abusados PERO seguiremos llegando a USA y ningun muro mexicano nos va a dtener.!!!
Publicado por: Manuel Arce | 09/27/2016 en 04:41 p.m.