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Querido Armando: creo que me he tardado en escribir mis comentarios sobre tu libro “Los secretos de El Paraíso”. Cada vez que me puse frente a la máquina, dudé sobre la manera de abordar la reconstrucción que hacés de esa acción militar.
La anécdota me sirve para ilustrar las dificultades que enfrenté para escribir. Fui testigo directo. No estuve en la línea de fuego, pero en el puesto de mando escuché las órdenes e informes desde la zona de combate, emití el parte de guerra que dio a conocer públicamente la acción, luego eludí los ataques aéreos y, esa misma mañana, estuve en el grupo que recibió al centenar de prisioneros. Lo más fácil era sentirme orgulloso, pero no... No puedo leer tu libro sin experimentar emociones contradictorias.
Lo que voy a decirte no le quita ni un ápice al respeto que tengo por tu trabajo de rescate de “la memoria histórica”. Tu libro es un pedazo importante de esa memoria. Bien escrito y pacientemente elaborado. Esa extensa investigación de más de 400 páginas la pagaste con dinero de tus propios bolsillos. Pero le faltó algo. Algo que tiene que ver con las complicaciones que han experimentado nuestros sueños.
El recuerdo de la guerra suele limitarse a nombres, fechas y cifras. Sobre todo a cifras. Las cifras, según se usen, tienen el poder de enmascarar las tragedias. Treinta, cincuenta o doscientos muertos del lado enemigo no son muertes que cuentan. Contar muertos es un tópico obligado de nuestras conversaciones. De lo que no hablamos es sobre cómo procesar el dilema moral de que el nuevo país se hizo provocando la muerte. Tu libro me ha empujado a reflexionar sobre ello.
Siempre pensamos, y dijimos, y cantamos, que las muertes valían por la esperanza. Pero desde entonces, el “muertómetro” no ha parado de indicar que la matanza sigue. La guerra terminó hace 25 años y la sociedad salvadoreña sigue sumergida en una niebla de pólvora. Tenemos que reconocer que el paraíso que soñamos nos ha negado sus secretos.
Te faltó algo, dije. Algo, que probablemente no será bien visto. Te faltó una pizca de vergüenza. Unos pocos granitos. Porque al final de cuentas, aquella operación --la hazaña, como se dice en el texto-- no buscaba solo la destrucción de una infraestructura, sino el aniquilamiento de personas. Enemigos, en medio de una guerra, ¿de qué arrepentirnos?, se dirá.
Muchos fuimos parte directa de aquel conflicto. Celebramos las victorias de nuestras armas y las derrotas de nuestros adversarios. El país que necesitamos, sin embargo, debe ser capaz de asumir que las pérdidas humanas de uno y otro bando son parte de una misma tragedia.
Para recuperar la Utopía, como dice la generosa dedicatoria que me escribiste en el libro.
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Comparto esa reflexion y ojala pudieramos, hacer de esas paginas de nuestra historia un punto de partida, para que todos pusieramos un esfuerzo por atenuar, el dolor del pasado.
De que manera, no lo se, ojala algun ser supremo nos derramara una pizca de sapiencia para ello.
Mas aun, aunque quiera, no puedo olvidar que muchos fuimos victimas y blanco de ataques sin estar armados, de tortura y de exilio forzado de parte de militares y escuadrones de la epoca en cuestion.
Ojala un dia, ya no hubiera mas derramamiento de sangre y lograramos sobreponernos del pasado y de lo se vive hoy. Y eso no es paranoia, ni rencor. Es una realidad letal y cierta. Ya quisiera que fuera pasajera.
alejo r.
Publicado por: alejo r. | 03/07/2016 en 10:21 p.m.
Este acontecimieneto espectacular en una geuerra de guerrilas que se extendio mas de el tiempo debido debido a la absurdiadad del analisis de las FPL .Coonsolidar el poder ,consolidando la fuerza militar .No llevo a nada .Un cretino viejo en el poder ,sin poder y mas miopia ,con un baul de los recuerdos llenos de ... de si de esto y lo otro .Al igual que yo que tu llevo mi propio baulk mas lleno de que debiaria culquier ser humano normal.
Me recuerdo en esa epoca oyendo las transmisiones de radio del los helicopteros de la fuerza armada Salvadorena ,describiendo la desolacion de esta increible hazana militar ejecutada por compas ..que que nunca les fue dado ni el reconocimiento ,ni premio por su valentia.
Escupo a la cara de esos politiqueros de izquierda que se van y se iran de viaje ,gastandose el dinero que no les corresponde ,que olvidaron que son asesinos de Roque y de otros compas!
Publicado por: Ifarinelli | 03/08/2016 en 06:19 p.m.
Estimado Miguel:
Como en correo personal enviado, agradezco tus palabras sobre el libro Los secretos de El Paraíso. Tu comentario, no me convoca dudas. Como te dije, traté de comprender desde dónde era la emisión actual de tu comentario.
Además de que compartimos años de guerra, fue muy importante para mí buscarte y que tú fueras fuente fidedigna de la investigación, libre y sin pre-juicios, en medio de las contradicciones que el proceso de investigación me plantearon. Tu testimonio ha sido y es muy importante en el libro, porque precisamente tu versión, “aséptica”, tu involucramiento humano y el papel que ejecutaste como legítimo corresponsal de la insurgencia, contribuyó a definir alguna importante contradicción de la investigación. En esas horas, de los hechos acaecidos, tú estabas junto al mando estratégico, como lo dices. Además tuviste el borrador un año antes de ser publicado, al que hiciste observaciones de volumen y siglas más que de esencia. Otras apreciaciones de terceros las conservamos como referencia.
Ratificarte que el libro no fue ficción alguna en sus fuentes. La guerra, en cualquier lado del mundo, es un proceso material y humanamente muy complejo, difícil. En una guerra siempre hay dolor y recuerda que nosotros llevábamos muertos, a montones, mucho tiempo antes. Nunca aparecimos “de la nada” en nuestros campamentos. ¿Sabíamos que era “la guerra”? Pues no. Fue nuestra convicción la que nos llevó de la mano.
Tú dices que me faltó un poco de vergüenza en el libro. ¿Vergüenza de qué? Yo no me avergüenzo de haber vivido y haber sido parte de una época trascendental de la vida de El Salvador. Para nada. No me avergüenzo tampoco de haber tenido miedo por las bombas, los infiltrados o los asaltos sorpresivos de los que por suerte salimos vivos. Tampoco me avergüenzo, mucho menos, que la pobrería haya logrado construir un verdadero ejército que buscaba los cambios en nuestra patria y dar paso, con limitaciones, a una sociedad más humanizada. Vergüenza ajena me dan otros asuntos posteriores.
¿Sabes por qué? Porque aún me salen las lágrimas internas cuando puedo escuchar a las viejitas sobrevivientes y a mujeres y mujeres partes de ese empeño y aún perseveran.
Ojalá tus palabras lleven a otros a leer y a entender, no mis palabras, sino las palabras hijas de sus hacedores.
Publicado por: Armando Salazar | 03/17/2016 en 06:07 p.m.
LOS SALVADORENOS SE PELEAN POR TODO .CADA VEz QUE TRATO DE LEER ALGO ,SIEMPRE NO ES NUNCA UN APORTE PERSONAL ,MAS BIEN UNA POSICION DE TRINCHERA .
POBRECITOS ,TAN CERCA DE SU INFIERNO PERSONAL Y TAN LEJOS DE UN PARAISO COMUN
Simepre se encotraran afirmaciones como esta :
" Yo no me avergüenzo de haber" .O "yo estoy orgulloso de tal otra cosa" !
Publicado por: Ifarinelli | 03/19/2016 en 10:17 a.m.
Hoy precisamente, después de tantos años de exilio, se me ocurre que la guerra era tan necesaria como hoy es de vital, la erradicación del problema de seguridad que tiene al país contra las cuerdas. La violencia actual no es meramente un rezago de la guerra; la violencia está vigente por muchos otros países de nuestra región que padecen los descalabros producidos por el narcotrafico internacional, la corrupción organizada de sectores poderosos que cosechan beneficios de los males producidos por malhechores. Qué bonito sería si todo fuera tan simple de entender. La memoria histórica existe independientemente de la politización del problema social actual. La revisión histórica es un proceso arriesgado que nos promete una visión más clara del pasado; la revisión nos aleja de los vericuetos que los personajes tuvieron que sortear en el momento de hacer la historia. Todos nos equivocamos y, es normal todo tipo de arrpentimientos y cambios de forma de sentir sobre un problema.
La vida nos da, a veces, la oportunidad de cambiar nuestra visión y apreciación de algo que en tiempos pretéritos nos parecía la mejor opción. La muerte de un sin fin de hombres y mujeres, la mayoría inocentes, jamás pueden justificarse con ninguna fórmula. Ni mucho menos podemos verdaderamente profundizar el dolor cuantificado del número de víctimas. Entre 1975 y 1983, se me hace imposible olvidar el ala extendida de Tanathos que cubría El Salvador de mi niñez. La historia se escribe para las generaciones de hoy y del futuro. Buen trabajo.
Publicado por: Julescalan | 03/26/2016 en 04:43 p.m.