Managua, Nicaragua, septiembre de 2015. Para no perder la memoria... Volver es un lugar cada vez más pequeño.
El cerro Motastepe se recorta en el atardecer de Managua. Cuando llegué por primera vez a esta ciudad, en 1981, viniendo de San José, Costa Rica, rumbo al frente de guerra, esta elevación era todo un icono: en una de sus laderas estaban las siglas del triunfante FSLN escritas con enormes piedras blanqueadas que podían verse desde diversos puntos de la ciudad. Ahora, el Motastepe, por la erosión y la extracción de materiales, se desploma poco a poco.
Amo a esta mujer... Claribel Alegría (1924) condensa la identidad entre los pueblos de Nicaragua y El Salvador. Ella y Bud Flakoll, su marido, llegaron a Nicaragua en 1985 junto a una constelación de escritores como Julio Cortázar, Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez. Tiene 91 años y vive con la inquietud de un pájaro. Su libro más reciente es una versión en español del Tao, traducido directamente del chino por su hijo Erick. Nuestro encuentro de esta vez (abajo) fue captado por Loli Galván.
Entre noviembre y marzo de 1983 frecuenté una casa del barrio Santo Domingo. Fue en una de sus habitaciones donde, después de una lucha encarnizada contra el miedo, acepté regresar a la zona de guerra en Chalatenango. Esta vez, busqué la casa sin mucho tesón y no conseguí dar con la calle arbolada, la curva, el jardín, los arcos de la entrada. En cambio, en una pequeña colina, mirando el azul de Nicaragua, me encontré con este palo de guanacaste blanco (Albizzia niopoides).
Carmen Aristegui y Gioconda Belli, mexicana y nicaragüense, respectivamente, tienen carisma y magnetismo. El 8 de septiembre, Día del Periodista en Nicaragua, compartí una mesa con ellas, con Najen Wali y Carlos Fernando Chamorro. En un ángulo, pegado a la pared, como un icono, el poeta Pablo Antonio Cuadra parecía mirarnos.
Esa noche, la Selección nacional de fútbol de Nicaragua fue derrotada 0-2 frente a Jamaica. Un gol agónico a balón parado sacó a la oncena pinolera de la eliminatoria para el Mundial de Rusia 2018. En la Plaza de las Victorias, en Managua, se instalaron pantallas gigantes en un ambiente festivo que anticipaba un triunfo nicaragüense. Como lo sugiere el titular (abajo), los muchachos estuvieron a un minuto de la gloria.
En el interior de esta casa ubicada en la colonia San Juan viví algunos de los momentos más intensos de mi estancia en Managua. Era 1981. Estaba situada muy cerca de la ya desaparecida Plaza Revolución, que fue conocida después como La Piñata, que se ha convertido en una aglomeración de puestos informales. "¿Qué busca?", me decía con la mirada el vigilante.
En el muro perimetral de la UCA de Managua, colmado de grafitis, está pintado este corazón. La primera vez que estuve en ese recinto universitario fue en abril de 1991, en las honras fúnebres de Toño Cardenal, que se encontró con la muerte, junto a otros 14 combatientes, en una emboscada del ejército, en Chalatenango, muy lejos de su natal Nicaragua. Yo había salido solo unos días antes de la zona de combate con destino a Managua y me enteré de la terrible noticia mirando, incrédulo, las planas de los periódicos en un pasillo del aeropuerto César A. Sandino.
Un minuto de gloria. Es hora de volar de regreso a El Salvador. Volver es un lugar cada vez más pequeño. Mi salida de la ciudad coincide con un aguacero. Salgo de la ciudad mojada.
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La senora esta Claribel tiene dos hijas que eran muy bellas
La Patricia y la karen creo que se llama. Ah los recuerdos con perfumenes que solo quedan inertes en la mente
Publicado por: Farinelli | 09/11/2015 en 09:22 p.m.
Miguel, gracias por querer tanto a mi paisito.
Publicado por: Valeria | 09/14/2015 en 08:00 a.m.