El lirismo-dark de Marcela Zamora (posdata)

Así, su mirada consigue transmitirnos la intensidad del momento que viven sus personajes. La cámara se encuentra con ellos casi como por casualidad. Lo que vemos en pantalla parece ser una puntual confidencia, extraída de una larga conversación entre la autora y sus personajes, en medio de faenas como la excavación y limpieza de restos cadavéricos. Exprime las rutinas laborales hasta extraerles el zumo del dolor.

En su primer documental “María en tierra de nadie” me inquietó la sensación de que Marcela buscaba deliberadamente provocar dolor y llanto en sus espectadores. Descubro que el dolor se ha convertido en parte consustancial de su estética, porque no hay otra manera de compartir la pena que sufriendo al lado de los que sufren.

Los documentales de Marcela encaran al público con el mundo de los grandes perdedores de la posguerra: migrantes, campesinos sobrevivientes a las matanzas, jóvenes desaparecidos en medio de las peleas entre pandillas. Su énfasis está puesto en testimoniar las emociones más devastadoras de los más débiles entre los débiles, especialmente de las mujeres. 

Vivimos un tiempo turbio. El país vive un momento de repliegue emocional. Pareciera que no hay nada que hacer. La rutina de la violencia nos tiene tomados del cuello. La suya es una estética del duelo. Ese lirismo-dark, lo necesitamos para sobrevivir.