Me dice cosas al oído y no tengo más remedio que escribirlas.

« Adivina, adivinador… ¿Cuál es el país de Centroamérica donde más se lee? | Inicio | Horacio Castellanos en La Moneda »

05/10/2014 9:56:13

Tania y las mujeres que se echan al mar

Serie alfonsina y quiroga
Alfonsina Storni y Horacio Quiroga, en la serie "Historia clínica", de Pablo Faro

 El suicidio. ¿Por qué no? Leopoldo Lugones, antes de tomar una mezcla de arsénico y güisqui, dejó escrito: “que me sepulten en la tierra, sin cajón y sin ningún signo ni nombre que me recuerde”. Albert Camus dijo: “no hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio”.

Tania Pleitez, conocida por sus investigaciones literarias, ha dedicado una parte de su trabajo a escrutar en la vida de un puñado de mujeres desgarradas, indescifrables. Algunas vivieron contradicciones tan profundas que las llevaron a los límites de la desesperación, como María Eugenia Vaz Ferreira; otras pusieron fin a sus días ingiriendo sobredosis de Veronal, como Alejandra Pizarnik, o por congestión alcohólica, como se especula en el caso de Eunice Odio, o echándose al mar, como Alfonsina Storni.

Casi todos conocemos el dramático final de Alfonsina. Una dulce canción de Mercedes Sosa describe a la poeta, vestida de mar, haciendo su viaje hacia el lecho marino, escoltada por hipocampos y sirenitas.

¿Cómo fue en realidad aquel encuentro con la muerte? Nunca lo sabremos con exactitud. Existen indicios de que las cosas no fueron tan románticas. Tania nos hace recorrer su vida a través de más de 270 páginas para contarnos ese final.

En cada uno de los capítulos del libro “Alfonsina Storni. Mi casa es el mar” (Espasa Calpe, 2003), la biógrafa coloca a la poeta en diferentes escenarios. La seguimos por la rambla de Mar del Plata, vestida de capa, sombrero y zapatos de tacón. La miramos descender de un vagón en la estación de tren del ferrocarril del Norte del Retiro, llegando de Rosario, embarazada de seis meses, acompañada de un hombre cuya identidad guardó celosamente hasta el fin de sus días. Ahora sabemos detalles sobre este personaje, pero no vienen al caso.

Entre sus romances se encuentra el que sostuvo con el escritor Horacio Quiroga. Lunático, corrosivo y seductor, sobreviviente de una insólita estancia en medio de la selva, Quiroga decidió quitarse la vida bebiendo cianuro.  Alfonsina le escribió un poema de despedida, que dice: “Morir como tú, Horacio, en tus cabales,/y así como en tus cuentos, no está mal;/ un rayo a tiempo y se acabó la feria…”.

Al final, llega la muerte. La noche es oscura. Cae una tormenta de primavera. Es el 25 de febrero de 1938. Se encamina a la escollera del Club Argentino de Mujeres, frente a la playa La Perla, y desde allí se arroja al mar. En el borde del dique queda uno de sus zapatos. El mar se lleva su cuerpo a saber a dónde, y luego lo regurgita hecho una bola de huesos, pelos y piel. Esa misma mañana, dos trabajadores descubrieron su cadáver en la playa.

Camus pensó el suicidio como un acto que  “se prepara en el silencio del corazón, como las grandes obras de arte”. Una respetable práctica que, sin embargo, horroriza al común de los mortales.

 

 

Comentarios

Fuente You can follow this conversation by subscribing to the comment feed for this post.

Horacio y Alfonsina, como en su momento Heminway, son crónicas anunciadas de una alucinación literaria, vehemente, imperecedera, más temprano que tarde el destino nos alcanza, un tanto ficción, un tanto dato escondido con omisiones permanentes.
enrique [email protected]

Yo valido el suicidio en una situacion extrema tal como un combatiente a punto de ser capturado para luego ser sometido a torturas. O alguien padeciendo de una enfermedad como cancer terminal, o SIDA en su fase final. Pero otros suicidios por causas emocionales es causado por no saber amar.Se puede sufrir un descalabro amoroso y recuperarse. Un clavo saca otro clavo, y esperar nuestro momento final con el ultimo suspiro y un viaje al infinito.

Cuando los sueños se convierten la realidad en la que vivimos, no podemos separar lo irreal con lo real. y lo único que nos queda es el suicidio para vivir en la realidad que soñamos.

Vivir en un país donde la vida es una intrepidez,una osadía, también es un suicidio ajeno a la propia voluntad pero igual un suicidio.

Los comentarios de esta entrada están cerrados.