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No voy a agregar más piropos a los que medio mundo ha lanzado sobre la selección tica. Tampoco hablaré de fútbol. Escribo solo para contarles el maldito presentimiento que me fulminó cuando miré a los muchachos hincados sobre la gramilla.
Los ticos habían hecho realidad un sueño bastante tercemundista, pero sueño al fin. Se habían parado de igual a igual frente a cuatro equipos con cartel de ganadores, llegando hasta la etapa de cuartos de final. La hazaña de Costa Rica ya está en los anales del fútbol mundial, no cabe duda.
La cámara hizo un paneo de derecha a izquierda. Los holandeses estaban de pie, como una banda de muchachos pendencieros mirando con un poco de susto una riña. Los ticos, en cambio, estaban hincados, como en un acto de contrición. Contrición: es y ocurre, según la RAE en el sacramento de la penitencia, dolor y pesar de haber pecado ofendiendo a Dios; arrepentimiento de una culpa cometida.
"Van a perder, mierda, van a perder", me dije. Soy supersticioso, así que aquel pensamiento se me clavó como un aguijón. "¡No se hinquen, maes!", exclamé, tapándome la boca. En ese instante me di cuenta de que Louis van Gaal, el entrenador holandés, es un zorro. Su equipo había lucido impotente en todos sus intentos de penetrar en la cabaña costarricense. Pinto había probado que conocía a la perfección el juego de los holandeses. Con todo el peso de su prestigio encima, los anaranjados no les encontraban un hueco. La suerte, además, había favorecido a los ticos.
Entonces ocurrió lo que todos sabemos: faltando unos segundos para que finalizara el extra tiempo, fanfarroneando con un as que no tenía, van Gaal colocó a Tim Krul bajo los tres palos. La escena es memorable. El gigantón encara a los tiradores ticos con gestos provocadores. Los ticos permanecen de hinojos sobre el césped, como si asistieran a un fusilamiento. En muchos lugares del mundo, millones de personas bajaban todos los santos para que ocurriera el milagro.
Pero Costa Rica no necesitaba un milagro. Lo supe en ese maldito instante. Comenzó la cuenta regresiva. Krul se lanzó como un sabueso y paró el tiro Bryan Ruíz. Momentos más tarde, el de Michael Umaña. La suerte estaba echada. Una tanda de penaltis es algo que está más allá del fútbol. Puede ser un juego de póquer. El Dios de los Poderosos, o como se le llame, hizo la justicia torcida de siempre.
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