« Un texto maldito de Luis De Lión | Inicio | Ticocardia. "¡No se hinquen, maes!" »
Tres meses han pasado desde que la Agrupación Ciudadana para la despenalización del Aborto Terapéutico, Ético y Eugenésico y la Colectiva Feminista para el Desarrollo Local presentaron a la Asamblea Legislativa solicitudes de indulto a favor de 17 mujeres que sufren cárcel acusadas de haber abortado, lo cual constituye un homicidio culposo en la legislación salvadoreña.
Las peticiones sostienen que estas mujeres han sido condenadas a la cárcel por haber tenido disrupciones y trastornos sufridos durante su embarazo. Las penas que se les han impuesto alcanzan en algunos casos 40 años de prisión. Las promotoras del indulto consideran que los procesos contra #Las17 son un reflejo de cómo la criminalización absoluta del aborto viola las obligaciones internacionales que tiene el Estado salvadoreño de respetar, proteger y garantizar los derechos humanos.
Tal es el caso de Verónica, originaria de Ahuachapán, embarazada a los 19 años de edad como resultado de una violación. La solicitud de indulto a favor de ella sostiene que la pérdida del feto, que tenía entre 36 y 38 semanas de gestación, fue por una complicación obstétrica. Verónica trabajaba como empleada doméstica. Sus patrones la llevaron al hospital y la denunciaron a las autoridades. Aunque durante el proceso no se presentaron pruebas que la incriminaran como autora del aborto, y hasta el propio tribunal reconoció en su momento que carece de pruebas directas, se le condenó por la presunción de que ella se produjo el aborto “para evitar un reproche social…”. Actualmente Verónica tiene 29 años de edad y lleva 11 años en la cárcel.
Las restantes 16 historias son igualmente dramáticas e injustas. Mujeres jóvenes, a menudo abusadas, sin posibilidades de acceder a servicios de atención prenatal, son acusadas de crímenes y obligadas a cumplir largas penas que truncan sus vidas.
El estudio “Excluidas, perseguidas, encarceladas” (2013) describe que casos como estos son una manifestación de cómo la criminalización absoluta del aborto vulnera los derechos a la vida, a la salud y a la autonomía de las mujeres, y que la aplicación de esta normativa genera violaciones a los derechos al debido proceso, a la privacidad, a estar libre de violencia, y de trato cruel e inhumano.
Este informe, entre otras cosas, documenta cómo la criminalización impacta de manera brutal en las mujeres en situación de mayor vulnerabilidad, por ser pobres, por no haber tenido acceso a educación, con el agravante de ser jóvenes. “El estigma que existe alrededor del aborto ha hecho que deje de considerarse como una práctica médica necesaria en determinados casos y que sean muy pocas las voces que defiendan el derecho de las mujeres a decidir sobre la continuación de su embarazo”, sostiene.
Pese a las prédicas que apelan a una noción chata de la moral, el aborto es una práctica frecuente. El citado informe estima que para el periodo entre 1995 y 2000 en El Salvador hubo un total de 246,275 abortos, que representaron una incidencia del 11.1% en la mortalidad materna. Entre enero de 2005 y diciembre de 2008, se registraron en el país 19,290 abortos, de los cuales el 27.6% ocurrieron en adolescentes. Desde luego, aunque se usan fuentes oficiales, los datos disponibles son aproximados, pues se trata de acciones que se realizan de manera clandestina. En febrero de 2011, la Relatora Especial de Naciones Unidas sobre la violencia contra la mujer, advirtió que la prohibición absoluta del aborto pone en riesgo a las mujeres, principalmente jóvenes, pues ante la necesidad de interrumpir el embarazo, muchas acuden a abortos clandestinos.
No solo eso, la honda herida que ha dejado en nuestra cultura una concepción religiosa nada compasiva sino más bien cruel, estigmatiza a las mujeres que interrumpen sus embarazos, así estos sean producto de violaciones. De hecho, la valiente campaña a favor del indulto de #Las17 ha optado por no dar a conocer los rostros ni nombres completos de ellas para protegerlas de las agresiones a las que están expuestas por sus propias compañeras de presidio.
En este perro mundo donde les tocó nacer sus opciones no son muchas. Es dable pensar que el día que abandonen los centros de reclusión, esas 17 mujeres volverán a sus lugares a enfrentar condiciones de desigualdad, exclusión y violencia. Algunas, inclusive, concebirán la idea de escapar de este país corriendo riesgos inimaginables con tal de mejorar sus vidas y las de sus familias.
Pero el solo hecho de traspasar ese umbral, así sea para ingresar a un mundo injusto, les pone de nuevo, aun con desventajas, en la línea de progresar y mejorar, de pasar de la libertad, a la Libertad con mayúscula. Esa Libertad que Albert Camus definía como aquello “de lo cual hasta el más pobre de nosotros no puede prescindir”. “Aun si la sociedad se transformase súbitamente, y se volviera confortable y decente para todos, si la Libertad no reinase en ella, aún sería barbarie”.
Enlaces imprescindibles:
Seguimiento del hashtag de la campaña #Las17
Tweets sobre #las17Los comentarios de esta entrada están cerrados.
Comentarios