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25/07/2014 8:52:58

Matar niños

Niños armados
Chicos nicaragüenses refugiados. Foto: LaVerne Coleman

Los niños y las niñas se encuentran entre las víctimas favoritas de la violencia, las guerras, los traficantes de órganos y hasta del mismísimo Todopoderoso. Signo de que se vive en sociedades que han tocado fondo es la irrupción del desprecio hacia la vida de los niños.  

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En los últimos seis meses los centros de detención de inmigrantes en Estados Unidos reportaron la llegada de 57 mil niños. Ellos recorrieron sin sus padres el infierno de 4 mil kilómetros que separa las fronteras centroamericanas de las estadounidenses. Pasando, ni más ni menos, que por México. Ahora comienzan a ser empujados de regreso a sus lugares, donde la pobreza es reina  y donde las pandillas han probado ser capaces de trocearlos con tal de enviarles un mensaje a sus enemigos.

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Lo noción de enemigo tiene un claro antecedente celestial. En un antiguo libro se lee que el buen Dios ordena una operación de tierra arrasada contra un poblado exigiendo que se mate "a hombres, mujeres, niños y aun a los de pecho” (Samuel 15:3-9).

Apelar a la ficción de una voluntad divina para justificar crímenes es una de las formas más frecuentes del cinismo. Sino, miremos hacia la Tierra Prometida. Solo en las primeras semanas de los ataques israelitas contra Gaza, en julio,  más de 154 niños fueron asesinados con mortífera precisión, y la cuenta sigue. Bien dicen los gramáticos  que la Torá significa la guía para dar en el blanco.

En diciembre de 1981, en El Mozote, el ejército salvadoreño disparó y acuchilló en una sola noche al menos a 134 chiquitos, no sin antes pedirles que se encomendaran a Dios. 

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Durante la Guerra Civil de Estados Unidos,  mientras el general Grant se batía a cañonazos con las fuerzas de Lee en Virginia, centenares de niños abandonados merodeaban como lobos entre los poblados y bosques devastados. 

Más de 11 mil niños murieron en los casi tres años de guerra civil en Siria, y existe evidencia de que muchos fueron torturados y ejecutados. 

En Michoacán, México, las mafias de narcotraficantes los raptan y los llevan a locales clandestinos donde eficaces profesionales de la medicina extraen sus órganos para venderlos como mangos en rodaja en el mercado negro.

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Las vidas de los niños son vidas prescindibles sobre las que cae un muro de impunidad. La sociedad se espanta de las atrocidades que se cometen contra ellos, pero carece de la entereza moral para impedirlas.

"¡Hay niños!", tenemos que gritarlo. Lamentablemente, ese llamado es una alerta para que los carniceros vuelvan contra ellos sus afilados cuchillos.

 

 

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