Cada vez que al gobierno salvadoreño en turno le va mal, digamos, si hay una crisis de homicidios, una guerra civil en ciernes, una debacle fiscal ineludible o un par de expresidentes procesados por corrupción, aparecen en prensa algunos diputados cristianos (este dato es importante) a decir que la verdadera amenaza de nuestro país no son las maras ni la corrupción ni los grupos de exterminio ni la absoluta estupidez con la cual se ha gobernado siempre a este país, sino yo, nosotros, los que nos sentimos atraídos por personas de nuestro mismo sexo o tenemos una identidad de género que hace sentir a cierta gente sumamente incómoda.
No crea, tener tal poder es hasta cierto punto divertido. Pensar: "bicha, vení, te vuadarvuelta mientras derrumbamos los cimientos de la nación" cada vez que veo a una chera guapa tiene su encanto, pero eso tiene que ver más con el hecho de que tengo un empleo fijo, una vida fuera del clóset y el privilegio de saber de qué hablan los diputados Velásquez Parker e Iraheta cuando dicen que soy yo lamiendo vulvas y no un aparato estatal asesino, perverso y corrupto, el subempleo o el escaso acceso a justicia lo que está mellando la familia, la vida y el devenir del país en pleno que con el ser lesbiana.
Se supone que esta es la parte del texto en la cual tomo los argumentos de ambos diputados y los refuto. Hace meses que renuncié a ello: no hay manera. Es todo tan rotundamente ridículo que no hay modo. De verdad que no lo hay:
@Huishte ahí donde hay deporte pic.twitter.com/55dRkPtQGP
— Gumer (@GumerV) 16 de noviembre de 2016
Le voy a evitar el trabajo de intentar comprender qué está diciendo el diputado: ahí no hay una sola idea concreta. Si encuentra una, avíseme y dedique su talento para desenmarañar sinsentidos a hacer algo productivo, como desenrredar atarrayas. Lastimosamente, quien está sentado en un curul de la Asamblea, ganando un sueldo que pagamos, además de "la gente normal", miles de lesbianas, gays, bisexuales y transgénero, quien decide que lo mejor para la coyuntura es desviarnos de los verdaderos temas que ponen en peligro el inexistente bienestar nacional es él, no yo y mi burla cómoda desde lejos, desde la cómoda burbuja de la clase media, donde el Estado únicamente existe para cobrar impuestos, donde el Estado no puede joderme la vida porque puedo pagarme un médico no homofóbico, porque puedo conseguir un empleo en un sitio con políticas de no discriminación, porque mientras pague impuestos, no mate a alguien (excepto si es marero; eso me volvería heroína nacional ante sus ojos) y me sea ilegal casarme al Estado no le interesa mi vida.
Pero hay personas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero en todos los estratos sociales, en todo tipo de familias, esas que los diputados Velásquez Parker e Iraheta dicen defender de nosotros. Familias que nos expulsan, que nos golpean, que nos violan o nos repudian por no sentirnos atraídos por quienes se supone deberíamos. Familias con las que algunos de nosotros debemos quedarnos porque la alternativa es morir de hambre. Familias "normales", sanas, nucleares y cristianas, que rezan por nosotros en el culto, en el rosario, para que "nos compongamos". Familias que, impulsadas por los diputados Velásquez Parker e Iraheta, creen que la violencia contra nosotros, especialmente cuando se ejerce desde el curul, desde el derecho, tiene como objetivo proteger a la patria.
La diputada Iraheta alude motivos como "el rechazo a cualquier ideología que en otros países globalizados" para decirme, con todo respeto y sin afán de lastimarme ni de ofenderme, que ella en nombre del Estado tiene derecho a negarme mis garantías civiles. Es sumamente simpático que su argumento sea un falso nacionalismo cuando El Salvador ha sido consistente en su incapacidad de desarrollar aparatos ideológicos propios y se ha limitado durante dos siglos a seguir a los intereses económicos externos para ordenar su institucionalidad, su territorio y su población misma. Lista como es, Iraheta sonríe con la misma mirada plácida que usaba en Ágape para enviarnos la bendición del día mientras responde a los periodistas que no, limitar mi derecho a firmar un contrato de convivencia con otra mujer no es un ejercicio violento ni discriminador, sino una natural y certera acción estatal para decir lo que ha dicho siempre: "esto no lo comprendo, por tanto debe ser aniquilado".
"No te discrimino ni busco ofenderte, marica; nomás no creo que seás persona. Dios te bendiga. Voy a rezar por vos."
No dudo que Iraheta esté convencida de que no busca ofender a nadie ni lastimar susceptibilidades, pero cuando soy una ciudadana de un Estado, no he quebrantado sus normas ni he sido hallada culpable en juicio de delito alguno y venís a decirme de que tengo menos derechos que los culpables de delitos de lesa humanidad que ostentan cargos públicos, que los violadores sexuales que morirán impunes porque los protege la inoperancia del Órgano Judicial o que el expresidente defraudador del fisco a quien su partido invitó amablemente a huir antes de que cayera preso no puedo evitar ofenderme y sentirme no herida, sino cagada no en mis susceptibilidades, sino en mis hijueputas derechos.
La orientación sexual no puede ser competencia estatal simplemente porque (quitándonos de encima nimiedades como la libertad negativa, que es el espacio libre de coacción externa, donde el Estado no puede intervenir) no tiene cómo regularla. Si tanto Velásquez Parker, en su esquizoide paranoia anti "izquierdista" (como si el FMLN hubiese defendido nuestros intereses en público ALGUNA VEZ) o la diputada Iraheta en su infinita condescendencia a lo Anita Bryant quisieran remontarse a los orígenes extranjeros, "de países globalizados" que llevaron al ámbito de lo sexual a la palestra pública se toparían con otro homosexual, amenaza de Occidente, atentando contra la civilización: Michel Foucault.
Ni siquiera es la práctica sexual por sí misma, sino la tasa de natalidad y la necesidad de mantenerla a cierto ritmo para no quedarse sin obreros lo que impulsa la entrada de lo sexual al ámbito regulatorio del Estado (a modo de censos, de políticas públicas a favor de disminuir la mortalidad infatil o la desnutrición ídem) durante la etapa de consolidación del capitalismo como sistema de producción. La "familia natural" que tanto claman defender no existía hace dos siglos, mucho menos en los ordenamientos sociales indígenas. Dado que vivimos en un país a claras luces sobrepoblado (y desde hace más de una década), dudo mucho que el interés por excluirnos de nuestro derecho a formar uniones conyugales legales, a adoptar, a testar y a construir una vida dentro del frágil marco de la legalidad tenga más motivo que una profunda homofobia y la prepotencia de creer que gustar del sexo opuesto es garantía suficiente para ser padre, buen ciudadano, buen lo que sea.
Algo que encuentro hondamente fascinante del Estado salvadoreño es lo selectivo que es para discriminar a la población LGBTI. Parece que nuestra identidad de género u orientación sexual únicamente es relevante en ciertos escenarios y que si bien este puede elegir arbitrariamente excluirme del goce de mis garantías civiles, para otros ámbitos si somos ciudadanos plenos. Al Ministerio de Hacienda le da igual mi orientación sexual, por ejemplo. Lesbiana o no, igual me deducen la renta. Voy a la tienda, me compro un Quesito Diana e igual pago 13% de IVA. Tampoco le importa mucho esto al ISSS, que igual me descuenta un porcentaje de mi sueldo aunque el médico que va a operarme pueda decidir no hacerlo porque teme contagiarse del SIDA que cree toda la población LGBTI padece.
Iraheta, Velásquez Parker y la población que les apoya no han reparado en el enorme trabajo que durante décadas han hecho las lideresas trans, los hombres gays y las mujeres lesbianas para procurar nuestra propia supervivencia en un Estado hostil que nos niega el derecho al nombre a algunas y algunos o a la unión matrimonial y la salud sexual y reproductiva a todos, que nos excluye de la educación y del empleo formal, de la seguridad social, del acceso a vivienda o al crédito hipotecario porque nuestras familias son, a sus ojos, menos sacrosantas y para nada dignas de protección. Ambos diputados y sus intereses nos creen silentes, avergonzados, como si nuestra población no tuviese 30 años de trabajo político a cuestas, como si no fuésemos cada vez más personas LGBTI con vidas dignas, fuertes y libres fuera del clóset donde quieren seguirnos metiendo.
Rubí, compa trans en observación electoral durante los comicios de 2015. Al fondo, Julia Regina al borde del colapso y con cara de asquito. Nada perturba el orden público como una marica en público.
Las maricas ya no hambrean ni mueren en el exilio social porque ya no estamos solas. Hay organizaciones que hemos construido, hermanos y amigos que saben que ser LGBTI tiene tanto de anormal como ser colocho o tener lunares. Los más privilegiados entre nosotros estudian, se forman, aprenden a litigar, demandan del Estado reconozca lo que de inconstitucional tiene negarnos nuestros derechos. Cuentan con nuestro silencio y nuestra pasividad. Ahí se van a estar.
En otro mundo paralelo, en el que los cristianos trabajan por la justicia y la igualdad, un obispo dijo antier en misa que nadie debería sentirse incómodo en la Iglesia, la cual debería aspirar a ser la casa de todos. Y yo, la atea lesbiana sentada en una homilía en honor a dos mujeres y seis sacerdotes que murieron denunciando a un Estado asesino, represor e inmoral, me quedo con eso. La casa de todos. El Estado de todos. La Constitución de todos.
Al clóset ya no volvemos. Somos demasiados: ya no estamos solos. Vamos con nuestras familias, las que tanto nos ha costado construir. Las que el Estado busca invisiblizar. Somos demasiados. Ya no cabemos.
FOTAZA de Ebony Pleasants en la XX Marcha del Orgullo LGBTI.
Advertencia: cómics y mariconada
Uno de los personajes que más me intrigaba en todas las series de X-Men es Hank McCoy (Beast). Mi yo adolescente, llena de furia y afán reivindicativo, no podía entender cómo es que un tipo tan consciente de aquello que lo hace diferente optaba por dialogar con su opresor, con su enemigo. Me resultaba repugnante. ¿Por qué no buscaba defenderse hasta las últimas consecuencias como sí lo hacía Magneto, quien es tan inteligente como él? Quien te trata con violencia no puede esperar de vos algo distinto, pensaba.
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