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El gran público tiende a menospreciar la hazaña de colocar un robot en otro planeta, quizás porque en la televisión o en el cine les parece cosa fácil que una nave espacial viaje a otros planetas y aterrize.
Enviar un robot a otro mundo es uno de los mayores logros tecnológicos de nuestros tiempos y para lograrlo no solo hace falta poseer la tecnología y los materiales adecuados, también es necesario poseer el personal capacitado y experimentado que permita el éxito del misión.
Después de un viaje de seis meses la semana recién pasada la sonda europea-rusa ExoMars logró llegar al planeta Marte y hacer descender un robot en la superficie del planeta rojo. ExoMars sí logró colocarse con éxito en órbita pero la sonda robot apodada Schiaparelli, que pretendía descender en la zona llamda Meridiani Planum sufrió una falla al entrar al planeta y se estrelló en la superficie.
NASA posee en estos momentos varios vehículos en Marte, uno de ellos es el Mars Reconnaissance Orbiter MRO que se encuentra orbitando al planeta desde 2006, el MRO posee una cámara de alta resolución que permitió fotografiar la zona donde se esperaba que Schiaparelli aterrizara, lo que descubrió fue una zona oscura lo que dio pie a sospechar que el robot se estrelló en Marte a gran velocidad.
Todavía no está claro que sucedió, según la Agencia Espacial Europea ESA el paracaídas de Schiaparelli se abrió mucho antes de lo programado y los cohetes de freno se encendieron por muy poco tiempo, así que el robot se desplomó desde unos 2 kilómetros de altura hasta impactarse en la superficie, quizás explotando.
Digamos que la misión ExoMars ha tenido un 50/50 de éxito.
Las países desarrollados saben que el conocimiento es clave para el progreso y mejorar la calidad de vida de su población, siendo así la industria aeroespacial es clave para seguir siendo competitivos en un mundo cada vez más tecnológico. La naciente industria espacial privada está a punto de dar un salto de calidad y muchos países inteligentemente están apostando por el espacio, la punta de lanza donde se desarrolla la tecnología y las técnicas de vuelo es en la investigación científica, a partir de ahí la cascada de conocimientos es invertida en nuevos servicios o productos, un poco a la inversa de lo que tradicionalmente hacen nuestros países subdesarrollados, que pretenden ver productos tecnológicos antes de aprender como hacerlos.
Así que Europa debe seguir intentando descender en otro cuerpo celeste, perfeccionar su tecnología y hacer más experimentado a sus científicos e ingenieros, ya lo intentó en 2014 con el módulo Philae en el cometa 7P/Churiumov-Guerasimenko, donde fallaron los ganchos de anclaje de la sonda. Aunque Philae no se destruyó éste descendió en una zona donde sus paneles solares no recibieron la energía del Sol así que terminó por apagarse.
Ahora Schiaparelli también ha sido un revés para la ESA, hay que comprender que no es sencillo lograr un aterrizaje en otro planeta, los rusos y los estadounidenses también han sufrido fallos y decepciones hasta que al final parecen haber aprendido la técnica del descenso. La gráfica inferior realizada por NASA sirve para ilustrar las misiones robóticas exitosas y fracasadas que han visitado al planeta rojo lo que demuestra lo difícil que es colocar una nave en Marte.
El problema que ahora se enfrenta la ESA es que si recibirán apoyo económico para la siguiente misión en 2020 por parte de políticos que tradicionalmente tienen poco interés en la ciencia, en una Europa post-Brexit y con una creciente población incómoda por la inversión en tecnología y conocimiento.
Veamos que sucede, por hoy hay que sentirnos satisfechos con un éxito del 50/50.
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