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02/22/2016

Pecera cósmica

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Imagen artística de dos agujeros negros binarios deformando el espacio-tiempo, imagen: SXS / LIGO

Los Monty Phyton inician su película "el sentido de la vida" con la reflexión de unos peces que desde la pecera de un restaurante observan como un cliente devora a uno de sus congéneres. Los animales se preguntan si acabar cocinado y servido en un plato es el único destino posible.

En posible que los peces de restaurante no filosofen sobre su existencia y tampoco razonen sobre la pecera donde los mantienen confinados, quizás si fueran lo suficiente inteligentes es posible que llegaran a ciertas conclusiones del lugar donde habitan. Imaginemos que de vez en cuando cae una pequeña piedra dentro y agita el agua, si estos animales pudieran razonar posiblemente a través de la detección de las ondas y descubran los rasgos físicos de la pecera.

Eso si, quizás no sobre la intención de estar dentro de ella.

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Hace 1.3 mil millones de años dos agujeros negros binarios terminaron cayendo uno sobre el otro, estos cuerpos tenían una masa aproximada entre 29 y 36 veces la masa de nuestro Sol y generaron distorsiones en el tejido del espacio y el tiempo en forma de ondas gravitacionales que se propagaron por todo el universo a velocidad luz y obedeciendo a la ley de la inversa del cuadrado, lo que hace que a más distancia la intensidad disminuya.

Ondas gravitacionales suena a temática de Star Trek, pero fue Albert Einstein quién las propuso a inicio del siglo XX a partir de la resolución de las ecuaciones de la teoría general de la relatividad; eso sí, el genio físico pensó que nunca podrían ser detectadas porque para ello se tendría que construir un detector ultrasensible. Las ondas gravitacionales parecen temas de ciencia ficción, es un poco extravagante pensar que continuamente el tiempo y el espacio están estirándose y encogiéndose a niveles cuánticos.

Luego de una larga historia de fracasos, la National Science Foundation de Estados Unidos construyó dos detectores de ondas gravitacionales conocidos con el nombre de LIGO ("Laser Interferometer Gravitational-Wave Observatory") ubicados en Hanford, Washington y Livingston, Louisiana. Estos dos aparatos necesitan enormes instalaciones en forma de L (cada brazo de la L tiene 4 km de largo), pues se utilizan láseres orientados y estrictamente medidos por medio de sensores y computadoras. Si existiera una onda gravitacional que pase por la Tierra, la distancia de estos rayos sufriría una reducción casi a nivel atómico.

Es una cuestión muy compleja, porque para detectar estas ondas, es necesario eliminar todo el ruido geológico, atmosférico, humano, tecnológico, animal, etc. que genere ondas que interfieran en el sensor y den falsos positivos.

1.3 mil millones de años después del cataclismo cósmico de dos agujeros negros la onda gravitacional llegó finalmente a nuestro vecindario, se acercó al sistema solar y pasó por la Tierra, el 14 de septiembre de 2015 a las 5:51 am (4:51 am hora El Salvador), golpeó desde el hemisferio sur achicando y estirando el espacio y el tiempo en una escala equivalente a la anchura de un protón; es decir, imperceptible para el ser humano.

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La ubicación aproximada de la fuente de ondas gravitacionales detectado el 14 de septiembre de 2015, por las instalaciones de LIGO se muestra el cielo del hemisferio sur. Las líneas de colores representan diferentes probabilidades donde la señal se originó: la zona violeta define la región en la que se prevé la señal que proviene de un nivel de confianza del 90 por ciento; la línea amarilla interior define la región diana a un nivel de confianza del 10 por ciento (imagen por LIGO / Axel Mellinger).

La película inferior muestra las dos gráficas de LIGO que prueban la detección de una onda gravitacional. El vídeo también muestra la traducción en audio de la onda, cuando la escuche tome en cuenta que no es un sonido cualquiera, es la interpretación auditiva del espacio y el tiempo siendo comprimido y estirado.

 

Con la primera detección de las ondas gravitacionales se inaugura la exploración a nivel gravitacional. En el futuro próximo se construirán más detectores en la Tierra y en el espacio, haciendo un símil estamos en el mismo punto cuando Galileo apuntó su telescopio y observó a los planetas y las estrellas, solo que en este caso no es con luz, es con ondas gravitacionales.

Al menos hasta ahora, hemos comenzado a descubrir los rasgos físicos de nuestra pecera cósmica.

Eso sí, quizás no la intención de estar dentro de ella.

Si acaso hubiera alguna intención.

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Jorge Arturo Colorado

Antropólogo, divulgador científico, investigador en astronomía cultural, arqueoastronomía y etnoastronomía, es socio fundador y presidente de la Asociación Salvadoreña de Astronomía ASTRO.

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